Columna de Sebastián Sichel: El gobierno en modo piloto y los balones de gas fucsia

Jackson  Gas
Ministro Secretario General Giorgio Jackson realiza discurso durante el lanzamiento del plan piloto “Gas de Chile”, en el cual se realizó la primera entrega de balones de gas comercializados por Enap en parque Ribera comuna de Chiguayante, región del Biobío. FOTO: AGENCIAUNO


“Se trataba de un piloto”. Así explicó el ministro Jackson el gasto en que incurrió Enap, subsidiada por el Ministerio de Energía, en su intentó de entrar al negocio de la distribución del gas. Nos gastamos $ 591 millones ($ 117 mil pesos por unidad) para que el ministro probara su iniciativa “gas a precio justo”, que iba “a mover el tablero de la industria”. Nunca dijo que iba a ser un piloto, sino que otra vez era una verdad revelada: el Estado lo iba a hacer mejor. Lo cierto es que otra vez era mentira lo anunciado: no sabían ni el costo ni el impacto de lo anunciado. Y lo peor, demostró que más bien era un experimento con recursos de todos los chilenos.

No es primera vez que el gobierno, a través de su ministro Jackson, reconoce que algo que lanzó como cierto no era más que una prueba piloto. El 28 de febrero de este año, Jackson nos dijo que se había dado cuenta de que los retiros de fondos de las AFP que promovió junto al Presidente Boric en campaña tenían fuertes costos sociales y afectaban a la población. Livianamente nos señaló que “había un aprendizaje” por los costos sociales y económicos que había traído la desafortunada medida.

El costo de estos “infortunios” del ministro, del Presidente Boric y de la ministra Vallejo fueron la inflación desatada y más pobreza y fragilidad para la clase media -y que Chile hoy ocupe el triste 5to. lugar económico de la región y tenga cifras de crecimiento deplorables. Como diría mi abuelo, bien caro le ha costado al país que los ministros aprendan. El problema central estriba en que ni los chilenos somos conejillos de Indias de una generación política, ni los recursos de todos los chilenos un espacio de aprendizaje o formación de autoridades.

A la universidad se va a aprender y al trabajo y la vida a ganar experiencia. Al Estado no se va a ensayar, se va a gobernar. Y al gobierno no se va a gastar, se va a generar oportunidades y gestar justicia. Porque el costo de los errores lo pagan millones de chilenos que no llegan a fin de mes y necesitan de un buen Estado. Justo lo contrario de lo que explican todos los días las excusas, volteretas y aprendizajes de quienes hoy nos gobiernan. Más de 60 mil empleos públicos creados este año parecen ratificar esta teoría: hay más pega sin mejor servicio, ni mejores condiciones de vida. Cientos de militantes de partidos del Frente Amplio van a aprender a costa de los recursos de todos. En una democracia moderna y con control, estos errores no sólo merecen disculpas, sino responsabilidades.

En el caso de Enap, sí corresponde perseguir responsabilidades. Se trata de una empresa pública, regulada por la CMF y que debe cumplir las normas de empresas reguladas. Estas empresas no se manejan al antojo del ministro de turno. Tienen un gobierno corporativo que debe velar por su patrimonio. Si bien el ministro Jackson nos quiere convencer de que aprendió a costa de la inflación de los chilenos en los retiros, no pueden los directores de Enap decir que vinieron a aprender porque se los pidió el gobierno. Falta un eslabón: quién es responsable y quién paga los costos de un piloto mal definido y ejecutado. Para eso las empresas públicas tienen un gobierno corporativo y deben responder a los chilenos por su patrimonio.

Henri Beyle (Stendhal) decía que “nadie en su vida puede escapar a una deplorable crisis de entusiasmo”. Esa es la excusa del gobierno: querían probar a hacer balones fucsias, accesibles y baratos. La causa moral -el abuso de una colusión impresentable de la industria del gas- parecía justificarlo. El problema de su deplorable entusiasmo en que en vez de hacer lo correcto, perseguir la miserable colusión, decidió otra vez darle cursos a su pueril entusiasmo: creer que el Estado y los recursos de los chilenos son para hacer política y entrenar. Esperemos que la nueva Constitución haga que no pague Moya cada vez que alguien “se equivoca”. Para que nunca más gobiernos como el del Frente Amplio vivan su poder en modo piloto. Un, dos, tres… probando.