Columna de Sebastián Sichel: Iliberales

Capitalismo


¿Qué es defender la libertad económica? En un excelente libro titulado Capitalismo, Jeanette von Wolfersdorff señala que si se tomaran en serio el capitalismo no veríamos las formas de codicia que se ven actualmente en los mercados, como la eliminación de la competencia y las gestiones para mantener posiciones de privilegio. Hace algunos días otra industria había reconocido actos de colusión: los casinos. Esto sumado a los casos del papel tissue, los pollos, el gas, las farmacias y un largo etcétera ratifica que hay algunos que más que enamorarse de los mercados, se han enamorado de sus empresas y las ganancias ilegítimas que dan mercados bajamente regulados y con altos grados de concentración.

A esta altura deberíamos entender que es imposible que nuestra economía aguante los actuales niveles de concentración sin que tarde o temprano se mate la innovación o alguien reaccione ante el desigual reparto de la riqueza o el maltrato que le da el Estado en sus servicios. Vivimos en el país en que se tuvo que dictar una ley para que las grandes empresas pagaran a 30 días a las pymes y en que las asociaciones industriales siguen siendo refractarias a cualquier tipo de desconcentración o regulación.

Como señala Jeanette von Wolfersdorff, hemos transformado nuestra economía en un modelo jerárquico de mercado, en que sus relaciones no son más que reflejo de relaciones de poder, en que unos pocos grupos empresariales definen las reglas de mercado y en que el Estado brilla por su incapacidad de reaccionar ante la excesiva concentración de poder económico. Algo parecido pasa en el debate por la aparición de populistas y autoritarios en el sistema político. No importan, en la medida en que sean parte de nuestro sector.

¿Se pueden tomar en serio economistas liberales que se quedan silentes ante los actos de colusión o concentración de nuestros mercados? ¿Se pueden tomar en serio defensores de la democracia liberal, si entre sus filas defienden acciones que justifican a violadores de derechos humanos o ponen en duda el rol de Carabineros en la defensa de nuestra democracia?

Hace tiempo que una sombra oscureció a la izquierda chilena, seducida por el autoritarismo de Chávez o el populismo de los Kirchner. Pero el riesgo es que de a poco también esté contaminando a una parte de la derecha, seducida ante la retórica autoritaria -al igual que en los tiempos de Pinochet- de un neonacionalismo republicano, que más que defender la democracia y el mercado, les ha prometido defender sus privilegios. A decir de Macron, ha preferido ser nacionalista -exacerbando odios y rabias- que patriota, defendiendo el bienestar de Chile y la justicia entre compatriotas. Y esto ha llevado otra vez a relativizar las conquistas de la transición: el respeto, la tolerancia, el valor de la democracia y la confianza.

Ni Milei, ni Pinochet, ni Trump, ni Bolsonaro, ni Maduro, ni Fernández deberían ser ejemplo en Chile. Ni Kast, Jadue, la doctora Cordero o Pamela Jiles el ejemplo de la política que deberíamos relevar. Ellos son la alerta de que se acaba el diálogo y empieza la confrontación. Les ha faltado a muchos el coraje para salir de ahí. La genial filósofa Hannah Arendt decía que “los clichés, las frases hechas, la adhesión a códigos de expresión y de conducta… tienen una función socialmente reconocida de protegernos frente a la realidad”. Algunos parecen estar escondidos de ella en el Congreso o en Twitter. El país sigue requiriendo compasión por la pobreza, justicia social, seguridad y libertad, no sólo uno de ellos, y acuerdos para lograrlo. Urge una tregua entre aquellos que quieren defender nuestra democracia y nuestros mercados. Como señala Zingales, salvar el capitalismo de los capitalistas y la democracia de nuestros políticos. O será demasiado tarde cuando reaccionemos.