Columna de Sebastián Sichel: La bicicleta de Boric

Chile's President Gabriel Boric arrives at Presidential Palace by bicycle in Santiago
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“A tu manera, descomplicado, en una bici que te lleva a todos lados”… Al ver al Presidente Boric llegar en bicicleta a La Moneda me vino a la mente el estribillo del vallenato de Carlos Vives y Shakira. Claro, si lo que ha marcado el gobierno de Boric son los símbolos llevados hasta la caricatura de un Presidente descomplicado y sencillo, que lo hacen aparecer como alguien “distinto”, que come churrascos, se sube a los árboles y se emociona. Acto seguido me acordé también de la otra bicicleta, la del fútbol, esa cachaña que busca engañar rivales a través de un juego de piernas y que magistralmente hicieran Alexis Sánchez y Ronaldo. También del uso popular de la palabra bicicletear, como forma de postergar una decisión a través de evasivas.

Todas esas definiciones calzan con lo que ha significado la generación de izquierda “nueva” en el poder. Una generación campeona en driblear las decisiones duras e impopulares y sentarse en el poder desde lo simbólico, sin entender que gobernar es priorizar y negociar, no simplemente saber driblear. Ejemplos sobran para un Presidente que ha hecho fintas tan increíbles como apoyar decididamente los retiros previsionales en campaña para después oponerse a ellos cuando era gobierno, o promover indultos a quienes cometieron delitos en octubre de 2019 para después ofrecerse como un “perro” contra los delincuentes. Pragmatismo dirán algunos, yo diría que más bien es simple bicicleteo.

La gran duda que queda con esta generación es saber si tenían conciencia de que gobernar era algo más que sentirse superiores al resto y saber lo que no querían y a quienes odiaban. Hasta ahora han demostrado que gobernar para ellos se trata más del arte de experimentar con los chilenos para ver si desde ahí resulta algo más allá de su interés de redención generacional-simbólica frente a una derecha que caricaturizó como antidemocrática y frente a una vieja izquierda que despreciaba por negociadora. Hasta ahora han sobrevivido abrazando a Tohá, Marcel y Uriarte al mismo tiempo que Jadue, Teillier, Cariola y Barraza como parte del mismo club, o buscando acuerdos con la oposición sin detener los maximalismos de su propia coalición.

Pero ser el gobierno con más baja aprobación en su primer año desde el retorno a la democracia no se resuelve con bicicletas, sino con decisiones. Con esas que duelen y quiebran afectos, pero permiten ejecutar planes de gobierno. Esas que tampoco quiso tomar cuando hizo una propuesta razonable de pensiones -separación de administración de fondos, aumento de cotización, apertura a la competencia- con un pegoteo equívoco de “señales” para sus socios más radicales –6% entero a administración estatal, un ente público sin competencia, etc.- que en la práctica la hace inviable.

Hannah Arendt decía que “los clichés, las frases hechas, la adhesión a códigos de expresión y de conducta… tienen una función socialmente reconocida de protegernos frente a la realidad”. Esa realidad de la que el Presidente parece aislado: donde los precios agobian, la falta de crecimiento mata, la violencia campea y las inversiones se arrancan: y que requiere gobiernos fuertes y decididos que tomen decisiones.

En plena campaña fui criticado por decir que a Boric le faltaba experiencia vital para gobernar; el porfiado tiempo me lo ha ratificado. A esta altura ya debería tener claro que nadie puede gobernar sólo amando las bicicletas simbólicas o reales, pues todo buen ciclista o futbolero sabe que, al final, las bicicletas cansan. Ese parece ser exactamente el problema de Boric: aún no se ha dado cuenta de que sus trucos de campaña han perdido la magia. Que es tiempo de decidir y gobernar en serio. Que así quizás se baja de las bicicletas y adquiere la experiencia vital en el arte de gobernar.