Columna de Sebastián Sichel: ¿Mentira o inmadurez?

tribunales
Patricio Fuentes Y.


Mientes, así se llama una canción de la colaboración entre Charly y Aznar en Tango 4. Y parte diciendo: “Mientes y yo puedo atestiguar; mientes y ni te hace falta hablar”. Esas frases resonaron cuando hace unos días leí que el gobierno cuoteó la designación de los abogados integrantes de la Corte de Apelaciones. Si bien ya lo había hecho -contra sus propias promesas en otras instituciones, donde partidos y la gran familia frenteamplista se había repartido hasta las porterías de muchos ministerios- ahora había tenido el arrojo de ir más allá: decidió abandonar la tradición republicana de buscar abogados capaces, para nombrar militantes que incidieran en el Poder Judicial de su propio signo político.

El PC fue el premiado, ya que instaló con su cuota un abogado en la Corte de Apelaciones de San Miguel que, siendo candidato de la Convención, basó su campaña en la “destitución de Piñera” y que su actividad profesional es conocida sólo por la judicialización de la actividad política. De hecho, es querellante en causas contra el gobierno anterior. Como lo lee, podría resultar que un militante activo de un partido de gobierno, cuyo talante político ha sido destituir gobiernos electos, resuelva fallos en la justicia en que se requiere imparcialidad y respeto al Estado de Derecho. Es obvio que la pataleta hecha por el PC por el liviano mea culpa del Presidente Boric frente a su rol de oposición a Piñera tuvo una adecuada recompensa: más poder para el PC, ahora en el Poder Judicial como forma de compensación.

Algo parece no cuadrar. O más bien, alguien está mintiendo. Aquí estriba el principal problema del gobierno: nada de lo que dice se ajusta a lo que hace. Cómo el dios romano Jano, es obvio que el gobierno de Gabriel Boric presenta dos caras: una amable que busca acuerdos y trata de proteger a la democracia, y una oscura que articula sus partidos y militancia en base al poder estatal y que está disponible a todo con tal de aferrase a ese poder y ejercerlo de cualquier forma posible. La poesía de Boric endulza el camino amable -mea culpas, perdones y llamados a acuerdos-, mientras que la frialdad del PC y la obstinación del Segundo Piso frenteamplista de La Moneda copa espacios y utiliza fondos públicos para articular sus propias redes -pensiones de gracia, cuoteo político, red de fundaciones-. La gran pregunta es si son dos almas compitiendo en el poder o más bien es una estrategia orquestada para mantener la tensión.

A esta altura, al igual que en la canción de Charly, al gobierno no le falta hablar para saber cuál es su verdad. La cara amable, el ministro de Justicia, Luis Cordero, mantiene particular silencio respecto de temas propios de su cartera, tales como pensiones de gracia o nombramientos de la Corte de Apelaciones, a la vez que da profusas entrevistas como abogado del gobierno. Del mismo modo que el ministro Marcel da múltiples entrevistas anunciando supuestos brotes verdes -a esta altura bastante marchitos-, mientas el ministro de Economía brilla por su ausencia en los temas de reactivación productiva del país. Pero la verdad parece ser una: no hay un verdadero arrepentimiento por el rol que se jugó como oposición en el gobierno de Piñera o no se nombraría a alguien que llamó a destituirlo en el Poder Judicial, como tampoco hay verdaderas culpas por haber apoyado las primeras líneas por sobre las instituciones o no se habrían pagado pensiones de gracia, ni menos hay brotes verdes en la economía o tendríamos un ministro de Economía dedicado a la reactivación.

En derecho, el discernimiento es la aptitud que tiene una persona para distinguir el bien del mal, lo ilícito de lo lícito. Existe la presunción legal de que los menores de edad no cuentan con esa capacidad. Cuando el gobierno ya cumplió su mediana edad (dos años perdidos), es bueno darnos cuenta de que no existe la posibilidad de que algo sea bueno y malo en el mismo sentido. O se corrige algo o se persiste en el error. Al gobierno no le hace falta hablar para demostrar que es contumaz: es perseverante en su vocación pragmática por usar el poder para los suyos. Lo demás es sólo música.