Columna de Sergio Muñoz Riveros: Van quedando algunas lecciones
El contundente triunfo del Rechazo en el plebiscito fue, sin duda, la suma de muchos rechazos acumulados a partir de la revuelta de octubre de 2019, cuando la confluencia de la barbarie con rostro social y el oportunismo de los partidos opositores de entonces estuvo a punto de hundir a Chile en el caos y el desgobierno. En aquellos días, los grupos del vandalismo metódico hicieron retroceder a quienes decían identificarse con los valores democráticos, y lograron confundir a mucha gente respecto de la naturaleza del ataque a nuestra convivencia. Ni la quema de iglesias hizo reaccionar en su momento a ciertos líderes que tenían la obligación de levantar la voz. Los violentos aprendieron a extorsionar a los políticos.
Se extendieron las funas, las campañas de amedrentamiento y el estilo lumpen. Sobre esa ola, cabalgaron quienes capitalizaron el miedo. El acuerdo del 15 de noviembre de 2019 fue el fruto de eso. La violencia sirvió como argumento persuasivo para “demostrar” que la llave de la paz era hacer otra Constitución. En ese trance, el Congreso inventó la Convención, cuyo funcionamiento durante un año nos permitió hacernos una idea de lo que ocurriría si las fuerzas que la controlaron llegaran a dominar el país.
Parte de esas fuerzas están hoy en el gobierno, y se jugaron por la aprobación de un proyecto de Constitución que estaba hecho para fortalecer sus expectativas de poder. Eso explica que hayan usado desvergonzadamente el aparato estatal en la campaña. A la luz de lo mucho conseguido en los últimos años, estaban convencidos de que era el momento de “ir por todo”. El proyecto de Constitución avalado por Boric fue el manifiesto de la refundación de Chile sobre la base de la segmentación racial y la creación de un sistema político manejable. El autoritarismo sigue siendo una amenaza.
Está comprobado que existen las equivocaciones colectivas, y que en ello gravitan decisivamente los líderes tramposos. La estafa indigenista es un ejemplo. Vimos todo lo que pudo conseguir un puñado de activistas del negocio político basado en la raza, que hasta usaron ropajes ancestrales para embaucar mejor. Eran, en realidad, impostores, que además actuaban como cómplices de los grupos dedicados al bandolerismo en el sur. No fue casual el amplísimo apoyo al Rechazo en las comunas con mayor población mapuche.
Van quedando algunas lecciones. Por ejemplo, que no se debe dejar el camino libre al extremismo ni a los demagogos que le facilitan las cosas. Que no se debe contemporizar con quienes buscan someternos mediante el chantaje. Que las libertades hay que defenderlas. Y, ciertamente, que la tarea de gobernar plantea exigencias muy altas que, por desgracia, no están satisfechas por el actual gobierno. La comprensión de todo ello está en la base de la poderosa corriente de regeneración democrática que emergió el domingo 4 de septiembre en todo el territorio.
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