Columna de Simón Ramírez: Cantos de sirenas (una respuesta a Carlos Correa)

En una reciente columna, Carlos Correa plantea que una posición, como la que he sostenido desde el Frente Amplio, que defiende la necesidad de continuar el ritmo de los cambios iniciado por este gobierno como forma de mejorar las condiciones de vida de las y los chilenos, de aumentar la adhesión a la izquierda y el progresismo, de enfrentar a la ultraderecha y defender la democracia, parece más “el laberinto de minotauro” que al “viaje de Odiseo”, sumándose a las voces de la centro izquierda que creen que Chile avanza pasando el pie del acelerador al freno.
Mientras la ultraderecha empuja su agenda conservadora y autoritaria, el llamado de Correa es a aceptar aspectos centrales de esa agenda. La propuesta del Frente Amplio, de consolidar una amplia unidad política y social, orientada a profundizar el proceso de cambios plantea un camino contrario. Mira con respeto experiencias de antaño, como los Frentes Populares, que lejos de frenar a la ultraderecha propiciando un estado de reposo o tomando su agenda como propia, buscaron, en un doble movimiento, construir un dique de contención democrático, ofreciendo a la vez un camino de salida a la hegemonía libremercadista del régimen oligárquico previo. Se trató de una estrategia ofensiva. El legado que nos dejó ese período fue una profundización democrática, un Estado fuerte, una distribución del poder social y trascendentales instituciones públicas. Hoy tenemos nuevamente esa doble tarea: frenar a la ultraderecha y pavimentar un camino de salida al orden neoliberal. No hay que inventar la rueda: el camino es la unidad amplia y la intensificación del proceso de cambios.
En Chile la ciudadanía quiere cambios y quiere vivir mejor. La evidencia es contundente y sistemática, desde los tiempos del Norbert Lechner cuando, con su informe del Pnud de 1998, remeció la política transicional, evidenciando el malestar que se movía como una fuerza tectónica en nuestra sociedad. Por tanto, la pregunta hoy no es si avanzar o no con los cambios, es cuál será la fuerza política que tomará esa demanda. O es la izquierda o será la ultraderecha. Lo decía Allende: los procesos sociales no se detienen ni con el crimen ni con la fuerza.
Odiseo sabía que el mar estaba lleno de peligros, seductores cantos de sirena que invitaban a la irracionalidad y lo caótico. En una salida bastante precaria, decidió atarse al mástil de su barco para continuar en el camino de la razón. El coro ultraderechista, desde Matthei a Kaiser, busca instalar por decreto que Chile vive una situación de crisis que no es tal. Un contemporáneo canto de sirena que, contra toda evidencia, busca azuzar una suerte de caos y descontrol que hace caso omiso a lo real: que durante estos tres años, el gobierno actual quebró las curvas de crecimiento de una serie de crisis que precisamente el último gobierno de derecha dejó como su principal legado: crisis migratoria, crisis de seguridad, economía desplomada, mal vivir.
Sucumbir a ese diagnóstico, como hace Correa, un diagnóstico que no tiene correlato en la evidencia, ni en las demandas de la ciudadanía ni en los avances realizados durante este gobierno, es sucumbir a los cantos de sirena: agarrar a Odiseo y tirarlo por la borda. Lo que el país requiere es avanzar por la senda que ha abierto este gobierno. En esto no hay autocomplacencia, sino más bien un análisis material: la vida en Chile sigue siendo extremadamente difícil para las mayorías, que, además, a propósito de la concentración de poder y riqueza, se ven despojadas de una verdadera capacidad de incidencia política. Queda mucho por avanzar y ahí es fundamental no confundir estabilización del proceso de cambios con moderación de los cambios. Lo que requiere la ciudadanía es certidumbre de cómo avanza el proceso de cambios, pero certidumbre, ante todo, de que van a haber cambios. Las transformaciones que el país necesita siguen siendo estructurales. Este desafío es el que toda candidatura presidencial oficialista debe tomar en sus manos.
Por Simón Ramírez, secretario ejecutivo del Frente Amplio.
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