Columna de Soledad Alvear: Democracia sin contenido
El domingo fue el debate de los candidatos presidenciales para la próxima elección general en Argentina. Más pareció un diálogo de sordos que un debate de ideas de cara a lo que ese país debe enfrentar en el futuro inmediato. Las dimensiones de la crisis son difíciles de medir con exactitud. Lo cierto es que es un país sin reservas monetarias y con una inflación que supera con creces el 100% anual. Sin embargo, lo peor es que es un país sin activos respetados en la clase política a los que recurrir cuando nadie se pone de acuerdo.
Para colmo de males, la solución que el electorado parece encontrar es el populismo de extrema derecha. Javier Milei es un político atípico que reúne en su mismo principio libertarios parecidos a una parte del Partido Republicano norteamericano, liberalismo económico, y aliado con una candidata a vicepresidenta que recuerda al más duro militarismo. Es una persona explosiva, que, aunque buen comunicador, pierde los estribos con suma facilidad frente a los adversarios políticos y los medios de comunicación. Su mantra principal es dolarizar la economía en un país sin reservas financieras de ningún tipo. Además, pretende desmantelar el Estado pues cree que la ineficiencia de este se resuelve con su cierre y no su reforma. Entre tanto, uno de sus objetos de desprecio más directo es el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), equivalente a lo que es la ANID en Chile. Pretende cerrarlo y que sea el sector privado que pague la ciencia y tecnología. Critica particularmente el funcionamiento y gasto de las ciencias sociales argentinas. Su lógica es de una irresponsabilidad que puede costar caro a generaciones de argentinos.
No se equivoca al criticar a las gestiones de izquierda y derecha que en las últimas décadas demuestran un alto nivel de corrupción y un aumento explosivo de la pobreza, sobre todos en segmentos infantiles y de la tercera edad. Es verdad que el candidato oficialista Sergio Massa tiene poco que ofrecer al electorado. Es el actual ministro de Economía (que allá es en realidad Hacienda). Aunque sostiene que hasta hace poco no era parte del gobierno, hoy sí lo es. Esa dualidad de candidato y ministro de un gobierno altamente impopular no se logra entender. Habla de medidas que podría haber tomado ahora y no lo hizo. Por su parte, Patricia Bullrich representa una versión deslavada de lo que fue la coalición Juntos por el Cambio. El radicalismo y el mundo del expresidente Mauricio Macri languidecen en las encuestas y la campaña. Aunque tal vez para muchos sea el voto responsable, cada vez se ve más complejo que pase a segunda vuelta. Massa y Milei lo entendieron en el debate. La pelea es entre ellos dos. Para Argentina eso no es una buena noticia.
Es decir, Milei no se equivoca en criticar la herencia del kirchnerismo. Sin embargo, el remedio puede ser muchísimo peor que la enfermedad. Sin equipos técnicos, es más una declaración literaria que un programa de gobierno. De sus dichos se desprende una mezcla de populismo de extrema derecha con una visión muy básica de los primeros Chicago Boys. Sus alusiones a Hayek y otros del Círculo de Viena son siempre extrañas, muchas de las veces descontextualizadas o directamente erradas. Es posible que gane, pero después cómo va a construir un gobierno es un misterio. Este es un triste aniversario 40 desde el fin de la dictadura militar en el país transandino.
Debemos mirar con atención lo que ocurre en Argentina porque son nuestros vecinos, y de alguna manera, también nuestra familia. Pese a que solemos buscar todo tipo de diferencias entre nosotros y ellos, finalmente hay pocos lugares más parecidos a nuestra casa. Por eso, cuando vemos la crisis es un problema que nos atañe y mucho. Tal vez, puede decir algo de nuestro propio futuro. Esta es una elección en que para muchos votantes no hay alternativa real. Ese es el vaciamiento de la democracia.
Por Soledad Alvear, abogada