Columna de Soledad Alvear: Funas, cancelación e intolerancia
La semana pasada Sergio Micco Aguayo, ex Director del Instituto Nacional de Derechos Humanos y destacado académico de la Universidad de Chile, fue invitado a exponer en un Congreso de Ciencias del Derecho y Filosofía Jurídica- Política, organizado por estudiantes de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su conferencia versó sobre “El resurgimiento de los movimientos radicales en política debilitan la democracia”.
Con ocasión de dicha actividad fue agredido verbalmente por un grupo de estudiantes quienes profirieron gritos descalificatorios a su persona, negándose a cualquier posibilidad de diálogo y exigiéndole que abandonara el recinto de la Facultad.
Este tipo de actos de matonaje y de descalificación son absolutamente inaceptables y no pueden ser reivindicados en un supuesto ejercicio de la libertad de expresión.
Por cierto, que puede haber personas que discrepen de la labor que Sergio Micco llevó a cabo como Director del Instituto Nacional de Derechos Humanos e incluso difieran radicalmente de sus ideas que promueve en el mundo académico y político, y ellos los lleve a manifestarse en contra de esas ideas amparados en la libertad de expresión.
Pero en este caso, estamos en presencia de algo completamente distinto. Se intenta descalificar, agredir y denigrar a una persona exclusivamente por su forma de pensar y exponer en público sus ideas.
El diálogo tan necesario en nuestra sociedad implica respeto por las opiniones ajenas, aunque no nos gusten y no nos interpreten, y tenemos el legítimo derecho de manifestar una posición distinta. Pero esa legitimidad reconoce un límite que es de no permitir con ello que se caiga en el terreno de las descalificaciones personales. No olvidemos que las descalificaciones comienzan normalmente cuando los argumentos se acaban. Aún más fundamental resulta este respeto en la vida universitaria que, como se ha dicho, es por definición un espacio abierto al análisis crítico de todas las ideas, en un marco de un diálogo racional, sereno y respetuoso.
Como sociedad lo sucedido nos debe llevar a tomar conciencia de la necesidad de avanzar en fomentar el diálogo y erradicar todo tipo de intolerancia. Este es un desafío que debemos emprender en todos los niveles, desde la convivencia al interior de los hogares, la enseñanza en todos los niveles de la educación escolar, la vida universitaria, en el mundo del trabajo, en la vida política y nuestra convivencia con nuestro entorno de familiares, amigos, conocidos, etc. Ello implica la capacidad de escuchar atentamente (no solo de oír), de colocarse en el lugar del otro y poder entender lo que expresa, sin perjuicio que podamos tener legítimas diferencias.
Cierro estas reflexiones recordando la frase que semanalmente aparecía en la revista HOY -durante algunos años única revista disidente durante la dictadura- cuya autoría es de la biógrafa de Voltaire, Evelyn Beatrice Hall, que decía lo siguiente: “Estoy en completo desacuerdo con tus ideas, pero gustosa daría mi vida por defender tu derecho a expresarlas”.
Por Soledad Alvear, abogada
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.