Columna de Soledad Alvear: No relativizar la barbarie

Aftermath of a deadly infiltration by Hamas gunmen from the Gaza Strip, in Kibbutz Kfar Aza in southern Israel
REUTERS/Ilan Rosenberg


El problema de relativizar, dependiendo de los prejuicios personales, es que deja al descubierto lo que de verdad muchas personas piensan. Eso es exactamente lo que ocurrió después constatar algunas opiniones tras la barbarie cometida por Hamas. Esos crímenes de lesa humanidad que costaron la vida a más de mil 300 israelíes civiles, incluyendo la masacre de niños, familias enteras, sobrevivientes del holocausto nazi, entre otras. No hay palabra para describir el horror de ver a hijos viendo como sus padres son ejecutados a sangre fría y viceversa. Esa doble moral de quienes de alguna manera justifican el horror es lo que estremece y nos hace preguntarnos por el futuro de la humanidad.

Lo que ocurrió en los últimos días es la muestra máxima que el mundo enfrenta un giro peligroso, no solamente hacia un nuevo orden internacional, sino hacia una realidad donde los seres humanos importamos menos. Por supuesto que esto no tiene nada que ver con el pueblo palestino ni con su gente. Esta es la barbarie de Hamas, un grupo altamente fanático, pagado por Irán y todos aquellos que no valoran la vida de los seres humanos. Esto va más allá del Estado de Israel y el pueblo judío. Más bien, es la defensa de una civilización judeocristiana occidental, democrática y basada en los derechos humanos la que está en entredicho.

Cuando sostenemos que no se puede relativizar, también le pedimos a Israel y la comunidad internacional que su respuesta sea muy enérgica, porque es su derecho, pero siempre acorde al derecho internacional. Es decir, no puede haber dos estándares. En este contexto, resulta insólito que algunos maticen su crítica a la masacre de una población civil, la que no es parte alguna de un conflicto. Por lo demás, muchas de las víctimas son del movimiento kibutzim, conocidos por su progresismo y su búsqueda de la paz con los palestinos.

Israel tiene el derecho a existir como una nación soberana. Es una democracia con sus problemas, como todas, pero donde el respeto a la diversidad en todas sus formas es parte de su ser natural. El 20% de la población es árabe y está representada en todos los ámbitos de la vida política, militar, intelectual y empresarial. Al lado, debe existir un Estado palestino con las mismas condiciones y derechos, donde no se persiga el disenso. La solución de ambos estados debe seguir viva porque es la única que resuelve el problema. Habría que preguntarse por qué los fanáticos que se oponen a dicha solución ocultan sus verdaderas motivaciones.

En Chile viven importantes comunidades que profesan la fe judía y otras que son descendientes de palestinos. Mi solidaridad con la comunidad judía chilena, la que conozco por años, por el horror que sus hermanos de fe y cultura tuvieron que padecer. También conozco a muchas personas de la comunidad palestina y estoy cierta que acompañan en el dolor. Hay chilenas y chilenos de excepción en ambas comunidades. No nos dejemos arrastrar por quienes relativizan la barbarie. Eso también vale para nuestro gobierno, del que esperamos bastante más en situaciones tan claras como ésta.

Por Soledad Alvear, abogada