Columna de Soledad Alvear: Teherán, La Habana y Moscú
Las calles de Teherán están llenas de mujeres que se rebelaron contra la opresión de un sistema cruel, machista y que no tiene contemplación por los derechos humanos. Miles de hombres se han sumado a las protestas que pueden terminar con cuarenta años de dictadura teocrática. A miles de kilómetros, las calles de La Habana y de toda Cuba se cubren con el grito de libertad en la garganta de millones cansados de una tiranía que pareciera nunca acabar. En las fronteras rusas miles de hombres con sus familias tratan de cruzar a otros países para no pelear una guerra injusta y absurda, al menos no en su nombre. Hay algo común a tres eventos relevantes en el quehacer mundial: los seres humanos universalmente valoran ser libres e iguales, independientes de su género, religión o ideología política.
Los tres casos demuestran que quienes abusaron de sus pueblos terminan muy mal, lejos de los que alguna vez dijeron defender. El interés ya no es la patria, la grandeza imperial, o como en el caso de Irán, una distorsionada manera de concebir a Dios y la religión. Más bien son castas corruptas, acostumbradas a la impunidad. Estos tres ejemplos ponen a prueba la coherencia y honestidad de todos los actores políticos en el nivel global.
La lucha de las mujeres de Irán, el futuro de la dictadura cubana y los que escapan de los abusos en Rusia también dan cuenta de un sistema internacional cansado y agotado. También revelan que los tres casos están más unidos de lo que parecen. Son drones iraníes los que están atacando posiciones ucranianas en el frente de batalla. Es el silencio cómplice de Moscú el que ayuda al régimen iraní para creer que todavía pueden detener el avance de la historia. Ambos, Rusia e Irán, están involucrados en apoyar la dictadura cubana, la misma que los valientes habitantes de esa isla quieren dejar en el pasado. Ni hablar la conexión de los tres para mantener en el poder al régimen de Maduro en Venezuela.
Es decir, visto en escala global, los tres casos se unen en el mismo grito de libertad. La pregunta que queda hacerse es qué hace la comunidad internacional al respecto. El silencio de los organismos multilaterales es atronador. Desarmar una institucionalidad de 40 años como la iraní tomará muchos años de reconstrucción, y ni hablar de las siete décadas de los cubanos sufriendo el castrismo. Tampoco hablar de los padecimientos energéticos y de seguridad que enfrentan todos los europeos con la guerra en Ucrania. Estos tres ejemplos fundamentales de que estamos ante un cambio de época en el mundo. Para dar cuenta del siglo XXI precisamos de una arquitectura internacional nueva, basada en los derechos humanos y el multilateralismo. Se requiere más y no menos Naciones Unidas. Pero debemos reformarla urgente para que sirva los propósitos de las naciones. Debemos actuar rápido, sobre todo antes que los discursos globalifílicos y nacionalistas sigan ganando adeptos. Es nuestra última oportunidad. Las calles de Teherán, La Habana y Moscú se llenarán de ciudadanos agradecidos de que la libertad de tantos haya sido recobrada.
Por Soledad Alvear, abogada
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