Columna de Soledad Alvear: Tierra de nadie

Undocumented migrants stuck at the Chilean and Peruvian border, in Arica


Hasta hace poco tiempo, las imágenes de la frontera entre México y Estados Unidos nos parecían lejanas, terribles, angustiantes, pero propias de otra realidad. Miles de personas siendo llevadas por inescrupulosos y criminales coyotes a través de desiertos, cruzando el río Bravo en condiciones miserables. Por cierto, además violando todas las normas de derecho internacional público y derechos humanos. Seres humanos que están desesperados por salir de su tierra donde campea el crimen, la falta de oportunidades y en medio de la pobreza extrema.

Siempre esa migración era hacia al norte, hasta que comenzó a mirar al sur. La dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela y otras situaciones complejas en Latinoamérica hizo a muchos mirar a nuestro país como el asilo contra la opresión. Miles y miles llegaron en la esperanza de un futuro mejor en Chile. Entre ellos hay historias exitosas de incorporación a la vida nacional. Tantas personas que hoy lucen orgullosas su pasaporte chileno porque son parte de nuestra comunidad. Sin embargo, también entre ellos llegaron otros con intenciones distintas que surgir. Finalmente, también el crimen se exporta. A su vez, está la historia de aquellos que extrañando su patria deciden volver, muchas veces sin las condiciones necesarias para realizar el viaje. Entonces nos golpean las escenas de la frontera norte, de el ir y venir de personas, haciendo que esa realidad que veíamos de otras latitudes hoy sea una que no puede dejar indiferente. Ciertamente, preocupan las condiciones sanitarias y de bienestar de personas indefensas. Son imágenes dolorosas de niños, ancianos, personas enfermas y otras que no tienen un techo donde guarecerse y probablemente nada que comer.

Es por esto por lo que no podemos permitir que pasen los días sin que se tomen medidas urgentes de humanidad. En esto el gobierno de Perú y de Bolivia están llamados a la acción proactiva. No pueden hacer como que el problema está del lado chileno. Es un asunto continental y que debe tener una solución política que esté acorde con las normas internacionales de derechos humanos. No es posible que se sigan desentendiendo. No basta con declarar estados de emergencia sin efectos prácticos o que no estén activamente analizando un corredor humanitario. Esta es la instancia en que podemos mostrarle, sobre todo a los que dudan del multilateralismo, la importancia práctica de buenos organismos internacionales regionales. Hoy simplemente brillan por su inexistencia.

Sin embargo, lo más grave sigue siendo la impunidad con que el régimen de Maduro sigue burlándose de la comunidad internacional. Siguen desafiantes, aunque ofrezcan medios aéreos que no se concretan. El problema fue generado por sus permanentes violaciones a los derechos humanos, corrupción y mal gobierno. Los millones que dejaron su patria no se fueron por voluntad propia, sino por la imperiosa necesidad de darle un mejor futuro a los suyos. Hoy quieren volver a luchar en su tierra y tampoco pueden hacerlo. Están en tierra de nadie. Como país no podemos permitir el sufrimiento humano y no importa de qué nacionalidad sea la persona. No dejemos que detrás del combate al delito se cuele la xenofobia y la indiferencia al sufrimiento ajeno.

Por Soledad Alvear, abogada