Columna de Soledad Arellano: La IA en la formación universitaria

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La IA en la formación universitaria. frimufilms.

Es un lugar común decir que la IA no reemplazará a las personas, sino que serán las personas que usan IA quienes reemplazarán a quienes no saben usarla.



Desde la irrupción de la Inteligencia Artificial (IA), frecuentemente me preguntan qué hacemos como universidad para controlar su uso. Detrás de esa inquietud está el temor de que su (mal) uso perjudique el aprendizaje de los futuros egresados. Por mi parte, yo veía a la IA como un enemigo que nos transformaría en personas incapaces. Sin embargo, cuando empecé a usarla, se transformó en un “placer culpable”, pues estaba sorprendida por lo mucho que podía hacer con ella, pero al mismo tiempo me avergonzaba decir que la utilizaba. Hoy considero que no sólo nos permite hacer más cosas, sino que mientras más creativos somos, más podemos hacer.

Es un lugar común decir que la IA no reemplazará a las personas, sino que serán las personas que usan IA quienes reemplazarán a quienes no saben usarla. Las universidades tenemos que hacernos cargo de esto incorporandola activamente al proceso formativo de los estudiantes. Lo primero, y lo más obvio, es enseñar a usar las herramientas disponibles dentro de los límites establecidos por la ética. En segundo lugar, se hace necesario revisar los planes de estudio que ofrecemos, para asegurarnos que nuestros egresados comprendan cómo funcionará un mundo con IA, las nuevas formas de relacionarnos, de hacer negocios, nuevos fenómenos sociales, cambios en la información que hay proteger, desafíos en salud mental, requerimientos de energía e infraestructura, entre otros.

En tercer lugar, es necesario incorporar la IA a la docencia. Un profesor puede ahorrar en torno al 20% de su tiempo si las tareas repetitivas (controlar asistencia, corregir pruebas, etc.) fueran realizadas por IA, dejándoles un día más a la semana para tareas con mayor efecto en el aprendizaje como la planificación o reuniones con sus estudiantes. La IA puede, además, generar reportes en línea de los errores cometidos en las evaluaciones, permitiendo que el profesor priorice aquellos contenidos en que sus estudiantes tienen más dificultades. Ciertamente, todo esto requiere capacitar también a los profesores en el uso de IA.

Es efectivo que el riesgo del mal uso de la IA existe y que ello podría perjudicar el aprendizaje. Sin embargo, ello puede ser atenuado con un programa que refuerce la integridad académica. Lo que no podemos hacer es dejar de usarla por temor. De hecho, el buen uso de la IA permite a los estudiantes, entre otros, contar con un tutor 24/7, que les explica sus errores, genera preguntas y permite verificar los conocimientos adquiridos, todo lo cual resulta en más, y no menos, aprendizaje. Adicionalmente, cuando se integra la IA al proceso formativo, por ejemplo, pidiendo a los estudiantes evaluar la confiabilidad de las fuentes usadas o los posibles sesgos en una respuesta, o bien la factibilidad de implementar las soluciones propuestas por la IA en un determinado contexto, se potencia el pensamiento crítico y creativo.

Negar la IA no es una opción. Es impracticable (los estudiantes ya la usan) y nos privamos de una buena herramienta para el aprendizaje. Sin embargo, debemos usarla con inteligencia y responsabilidad.

Por Soledad Arellano, vicerrectora académica y de Investigación UAI

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