Columna de Susana Mondschein y otros: ¿Por qué a las pacientes de Fonasa con cáncer de mama les va peor que a las de Isapre?

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El cáncer de mama (CM) es uno de los cánceres más comunes en las mujeres del mundo y también de Chile. En nuestro país, esta patología es la primera causa de muerte en mujeres en edad reproductiva; cada día mueren tres chilenas por esta enfermedad (cada tres horas se diagnostica a una nueva paciente con esta afección).

En octubre, mes de la sensibilización de esta enfermedad en la población, publicamos los resultados de un estudio que comenzamos el 2021 y en el que, por espacio de un año, analizamos la epidemiología del cáncer de mama en Chile entre los años 2007 y 2018. Para ello, utilizamos una metodología inédita para calcular la incidencia de esta enfermedad. Esto, debido a que en Chile no existe un registro nacional de cáncer, por lo que contamos con información parcial sobre esta patología. Únicamente disponemos de datos provenientes de los registros poblacionales de las regiones de Antofagasta, Valdivia, Bío-Bío y Concepción hasta 2012, información que solo permite realizar estimaciones de la magnitud de esta afección. En cuanto a su mortalidad, se cuenta con información de buena calidad a partir de la certificación de defunciones.

En este contexto de falta de datos y, por consiguiente, de desconocimiento de los reales alcances del CM en nuestra población, calculamos la incidencia y la mortalidad de esta enfermedad en Chile e investigamos si se producían diferencias en la sobrevivencia y letalidad, es decir, en los resultados de los tratamientos a mediano y largo plazo, de acuerdo a la previsión de la población estudiada.

La metodología utilizada consistió en revisar dos bases de datos anonimizadas proporcionadas por el Departamento de Estadísticas e Información (DEIS) del Ministerio de Salud: una que contenía los diagnósticos de egresos hospitalarios y, la segunda, el registro de mortalidad. Además, revisamos los boletines anuales proporcionados por Fonasa y por la Superintendencia de Salud, para la información de los beneficiarios del sistema público, así como del sistema Isapre, respectivamente.

Al comparar la incidencia de cáncer de mama, de acuerdo con el sistema de previsión, encontramos que la tasa ajustada por edad fue de 60.6 x 100.000 en el caso de las beneficiarias de Isapre y de 38.8, para las beneficiarias de Fonasa. Una disparidad considerable que se podría explicar por diferencias en el estilo de vida, dieta, uso de terapia de reemplazo hormonal, mayor frecuencia de tamizaje espontáneo -control mamográfico que las mujeres se realizan por iniciativa propia o por indicación médica, pero no en el contexto de un programa de detección precoz propiamente tal- y mejor acceso a éste (en el caso de las mujeres que están en el sistema de Isapre).

En cuanto a la letalidad, que corresponde al porcentaje de casos diagnosticados que fallecen producto de la enfermedad, observamos un 15,7% en el grupo de Isapre versus un 27,5%, en Fonasa. Asimismo, al comparar la sobrevivencia a 5 años, esto es la proporción de pacientes tratadas que sobrevivieron por lo menos 5 años al cáncer de mama luego de recibir un tratamiento, fue de 90,1% para las beneficiarias de Isapre y de 80,6%, en el caso de las mujeres que pertenecen a Fonasa. Estos hallazgos podrían tener diversas causas, como la etapa clínica al momento del diagnóstico y el acceso a tratamientos más eficientes. A pesar de que el cáncer de mama es una patología GES, drogas más nuevas y eficientes son de alto costo, lo que limita el acceso a ellas por parte de la mayoría de la población. Su inclusión a la canasta del GES, en tanto, tampoco es automática.

Junto con lo anterior, existen llamativas diferencias sobre la realización de la mamografía en mujeres sanas (según la encuesta CASEN de 2017). Este sondeo mostró que el 50% de las mujeres mayores de 35 años afiliadas al sistema privado se efectuaron una mamografía durante ese año, en contraposición con un 32% de las mujeres afiliadas al sistema público que se chequearon con este examen. Un hecho que denota una falta de conciencia generalizada en la población sobre el beneficio de este examen, ya que está demostrado que el diagnóstico precoz de este cáncer mejora la sobrevivencia después del tratamiento. En particular, resulta preocupante el bajo porcentaje de mujeres afiliadas al sistema público que se efectúan la mamografía, lo que se podría adjudicar tanto a un factor económico, como a una falta de información. Esto último, ya que para las mujeres de entre 50 y 59 años existe el derecho por ley a realizarse una mamografía cada tres años (DS N° 22, 2019).

La información recopilada también arrojó que en el año 2007 se diagnosticaron 3.785 casos de cáncer de mama, lo que contrasta con los 5.435 casos diagnosticados en 2018. O sea, un incremento del 43,6% en este período. Con relación a la distribución geográfica, las tasas de incidencia más altas ocurrieron en las regiones de Arica y Parinacota, Metropolitana y Valparaíso, y las más bajas en las regiones de Los Lagos y O’Higgins.

Frente a estos dispares resultados, creemos que es urgente continuar con la concientización de la población sobre la relevancia de esta enfermedad y acerca de la importancia de su diagnóstico precoz. Esperamos que mostrar estas inequidades en la realidad del cáncer de mama en nuestro país contribuya a que estas sean corregidas.

Por Susana Mondschein, académica de Ingeniería Industrial, U. de Chile; Soledad Torres, Centro Integral de la Mama, Clínica Las Condes; y Benjamín Madariaga, magíster e ingeniero Civil Matemático, U. de Chile