Columna de Sylvia Eyzaguirre: Dudas constitucionales
Para un liberal, la actual propuesta constitucional no deja de ser incómoda. Ella está lejos de ser minimalista, con más de 200 artículos permanentes se inserta de lleno en la corriente maximalista latinoamericana. La extensión del nuevo texto es un problema, en la medida que entra en demasiado detalle, restringiendo así el debate legislativo. ¡Si hasta establece el porcentaje de las horas lectivas del currículum nacional! Como en el proyecto constitucional anterior y a diferencia de nuestra actual Constitución, el texto cae en el exceso de regular la provisión de los derechos sociales. Bajo este nuevo texto, el sistema inglés de salud, el proyecto de ley de pensiones de Sebastián Piñera y, de no aprobarse la observación que elimina el financiamiento por estudiante, el sistema de financiamiento de la educación en la mayor parte de los países europeos y anglosajones, podrían ser inconstitucionales. Lo mismo sucede con el aborto. En una materia tan conflictiva, la definición de niño como ser humano menor de 18 años junto con el cambio del “que” al “quien” en la norma que protege la vida del nonato arriesga a declarar inconstitucional el aborto en las tres causales. He aquí el principal problema. Este proyecto deja fuera del juego democrático a toda la izquierda, en la medida en que sus proyectos políticos se vuelven inconstitucionales.
Otro problema es el alto número de principios constitucionales considerados en el texto. Ello es un manjar para el activismo judicial, fortaleciendo al Poder Judicial en desmedro del legislador y debilitando el Estado de derecho. Por cierto, también hay avances importantes. El más relevante tiene relación con el sistema político (principal problema de la Constitución actual), que fomenta la gobernabilidad al fortalecer a los partidos políticos y atacar la fragmentación en el Congreso. Pero, ¿qué sentido tendrá para la izquierda ganar las elecciones si sus programas de gobierno serían inconstitucionales? Ello se vuelve más crítico cuando advertimos que el quorum para modificar la nueva Constitución es más alto que el de la actual. La protección del medio ambiente quedó significativamente mejor que en la actual Constitución. También hay avances en materias que atañen a las mujeres, como es la sala cuna universal, mecanismo de equilibrio de género para las dos próximas elecciones parlamentarias, el reconocimiento de los cuidados y la promoción de la corresponsabilidad, entre otros. La tarea es sopesar cuánto pesa cada uno de estos elementos en un equilibro complejo.
Pero el contenido de la nueva Constitución no es lo único a considerar, también importan las consecuencias de este proceso para el país. Ignacio Briones es de la tesis que cerrar este proceso es clave para despejar la incertidumbre, atraer inversión, impulsar el crecimiento y garantizar las condiciones que permitan avanzar en reformas estructurales. Por el contrario, si fracasa este proceso se mantendrá la incertidumbre que nos tiene hundidos en la mediocridad. Esta sin duda es una poderosa razón para votar a favor y hay que ponerla en la balanza junto con las otras. Pero dado que estamos en el plano de las especulaciones, me pregunto si aprobando este texto, que no logró la anhelada unidad y que excluye a un amplio sector político, se logrará efectivamente despejar las incertidumbres y entregar estabilidad o, por el contrario, nos arrastrará a una mayor inestabilidad y a un eventual mayor deterioro de nuestra democracia, al quedar esta excluida para determinados sectores políticos. Parece que nos embriagamos con el masivo triunfo de la derecha en las elecciones de consejeros y se nos olvidó el estallido social, el abrumador éxito de la izquierda en la Convención y el triunfo de Gabriel Boric en las recientes elecciones presidenciales. Tenemos todavía ocho semanas para reflexionar cuál es el mejor camino para Chile. Yo todavía no lo tengo claro.
Por Sylvia Eyzaguirre, investigadora CEP
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