Columna de Sylvia Eyzaguirre: Inflación de notas
Llegó diciembre y con ello los escolares se aprontan a finalizar su año escolar. Los apoderados recibimos las notas acompañadas, en el mejor de los casos, de un informe del desempeño de nuestros hijos y es ahí donde se produce el cortocircuito. Las notas que obtienen los niños no se condicen con sus logros de desempeño según el mismo profesor. ¿Cómo es posible que alguien que tiene promedio 6,4 en matemática tenga un desempeño bajo lo esperado y requiera de ayuda externa para fortalecer la asignatura? En mi época, un 6,4 era una excelente nota; recuerdo que el mejor promedio de todo el nivel era 6,6. Sin embargo, hoy el promedio del curso en matemática bordea el 6,6. ¿A qué se debe esto? ¿Será que los estudiantes de hoy son más estudiosos de lo que éramos nosotros y aprenden más? ¿O será que los colegios inflan las notas para favorecer a los estudiantes en su ingreso a la universidad?
Con Javiera Gazmuri y Horacio San Martín (2021) realizamos un ejercicio para ver a qué respondía esta alza en las notas. Encontramos que los estudiantes en 2017 obtuvieron, en promedio, notas más altas que los estudiantes con igual puntaje Simce o percentil Simce del año 2012. Esto indicaría que el alza en las notas no se debe a un aumento en los logros de aprendizaje de los estudiantes, sino simplemente a la inflación de notas por parte de los colegios.
La inflación de notas sostenida en el tiempo ha llegado a tal punto que estas han dejado de ser un instrumento útil para evaluar el logro de los estudiantes; en la práctica no nos dicen nada. ¡Peor aún! Dado que no todos los apoderados ni estudiantes reciben un informe donde se explica el desempeño, la distorsión que genera la inflación de notas termina por desinformar a los padres y a los propios estudiantes sobre su real desempeño académico. Ello no sólo puede generar daño al estudiante al entregarle una señal de logro equivocada, evitando que éste tome medidas para prepararse mejor, sino que también puede generar rabia y frustración al ver que tal desempeño era falso.
De hecho, las Notas de Enseñanza Media (NEM) tienen una baja correlación con los resultados en las pruebas de selección universitaria (PAES). ¿Cómo es posible que un alumno que tiene un promedio 7 en matemática en los últimos cuatro años de colegio obtenga 500 puntos en la PAES? Lamentablemente, esta situación no es anecdótica, sino que ocurre con frecuencia. Pero eso no es todo. Además de la inflación de notas, estas tienen un sesgo socioeconómico. Si comparamos las notas de los estudiantes de colegios particulares pagados, subvencionados y públicos, advertimos que los primeros tienen un promedio de notas mucho más alto que los otros dos, quedando en una posición de ventaja. Se podrá argumentar que esto es razonable toda vez que ellos tienen mayores conocimientos que los otros según las pruebas estandarizadas. Pero resulta que si controlamos por los resultados en las pruebas Simce, es decir, si comparamos estudiantes con igual desempeño en la prueba Simce, los alumnos de colegios particulares pagados, en promedio, tienen notas más altas. Este sesgo en las NEM termina perjudicando a los estudiantes más vulnerables.
Teniendo esto a la vista, ¿es razonable considerar las NEM como instrumento de selección para la educación superior? O al menos resulta cuestionable la altísima ponderación que dan las universidades a las NEM y al ranking (que por lo demás no es un ranking sino otra bonificación a las NEM), que en algunas carreras supera el 50%.
El aumento de ponderación de las notas por parte del CRUCh generó un incentivo en los colegios para inflar las notas, llegando al extremo de reventar el instrumento, pues hoy efectivamente las notas no miden nada. ¿Qué están haciendo los colegios para remediar esta situación? ¿Qué está haciendo el CRUCh frente a una realidad que ellos mismos generaron? ¿Dónde está el Ministerio de Educación?
Por Sylvia Eyzaguirre, investigadora del CEP