Columna de Sylvia Eyzaguirre: Ocho minutos

Entre 2015 y 2023, los hombres aumentaron ocho minutos el tiempo promedio que dedican a tareas domésticas y de cuidado.
Las brechas de género no son un asunto ideológico, sino empírico; ahí están a vista y paciencia de todos. Según el último Informe Global de Brecha de Género, elaborado por el Foro Económico Mundial (2024), la dimensión participación económica y oportunidades es en la que Chile presenta mayor rezago, posicionándose en el lugar 92 entre 146 países. La tasa de participación laboral femenina de nuestro país es una de las más bajas de Latinoamérica y la brecha salarial entre hombres y mujeres es una de las más altas. ¿Qué factores explican estas diferencias? Uno de los principales factores es la maternidad. Las diferencias entre hombres y mujeres crecen de forma exponencial a partir de los 30 años, precisamente cuando la mayor parte de las mujeres tiene su primer hijo.
El tiempo es un bien escaso; bien lo sabemos las mujeres. La última Encuesta Nacional del Uso del Tiempo (ENUT), publicada en enero de este año, muestra contundentemente cómo las mujeres destinan significativamente más tiempo que los hombres a las tareas domésticas y de cuidado no remuneradas al interior del hogar. En promedio, las mujeres destinan dos horas diarias más que los hombres a esas labores. Sin embargo, esta diferencia crece en hogares con hijos. En los hogares unipersonales, las mujeres y hombres destinan, en promedio, casi el mismo tiempo a trabajos de cuidado y tareas domésticas; sin embargo, cuando viven en pareja sin hijos aparece la primera brecha: las mujeres aumentan en 74% el tiempo que dedican a tareas de cuidado y los hombres disminuyen en 23%. La brecha más dramática en términos absolutos se da en los hogares con hijos menores de cinco años. En promedio, las mujeres dedican más de cuatro horas diarias al cuidado no remunerado, mientras que los hombres solo dos horas y media. Si a la laborde cuidado no remunerado le sumamos las tareas domésticas, entonces las mujeres entre 25 y 44 años dedican casi seis horas diarias a estas tareas, mientras que los hombres un poco más de tres. La carga global de trabajo para las mujeres que trabajan jornada completa supera las 12 horas diarias, con consecuencias para su salud física y mental.
Entre 2015 y 2023, los hombres aumentaron ocho minutos el tiempo promedio que dedican a tareas domésticas y de cuidado. ¡A este ritmo, la corresponsabilidad en el hogar se ve difícil de alcanzar en este siglo! Dada la inequitativa distribución de las tareas que implica la familia y una legislación que todavía castiga la contratación y el salario femenino achacando los costos de la sala cuna exclusivamente a las mujeres, no queda al parecer otra alternativa que dejar de tener hijos. Y es lo que está ocurriendo. Según el Instituto Nacional de Estadísticas, la tasa de natalidad en nuestro país llegó a una cifra histórica de 1,17 hijos por mujer, una de las más bajas a nivel mundial. Y ello ha tenido un impacto directo en el tiempo que destinan las mujeres a tareas de cuidado y domésticas. Aun cuando los hombres solo aumentaron en ocho minutos el tiempo que dedican a estas tareas, las mujeres entre 2015 y 2023 disminuyeron en casi una hora el tiempo destinado a ellas y, en gran parte, ello se debe al menor porcentaje de hogares con hijos pequeños.
La renuncia a la maternidad es el precio que como sociedad hemos decidido pagar para avanzar con mayor equidad en el desarrollo de los proyectos de vida de las mujeres. ¡Un precio excesivo!, dirá más de alguno; pero más barato que la sala cuna universal o que la gratuidad en la educación superior, juzgando por las prioridades de este gobierno. Al parecer, nuestras autoridades ignoran que nuestra economía se sostiene, en gran parte, gracias a las tareas domésticas y de cuidado no remuneradas, que realizan mayoritariamente las mujeres, aportando el 26% del Producto Interno Bruto ampliado, según el propio Banco Central (2020). Las brechas de género se vuelven apremiantes con los nuevos desafíos que nos plantean los cambios demográficos. Ojalá no sea demasiado tarde.
Por Sylvia Eyzaguirre, investigadora CEP
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