Columna de Teodoro Ribera: Chile y la (in)seguridad alimentaria
Por Teodoro Ribera, rector de la U. Autónoma de Chile y ex ministro de Relaciones Exteriores
Que la política exterior se ocupe de la comida o de conseguir vacunas no tiene el glamour de una cumbre tradicional; sin embargo, hoy se han transformado en elementos de discusión internacional vital para la vida de la población, especialmente de los sectores más vulnerables, afectando incluso a la estabilidad institucional.
Lo anterior ocurre porque el mundo ingresó a un nuevo ciclo, más veloz y desacorde con el orden imperante, que ha hecho revivir el conflicto entre las superpotencias y ha colocado en valor la seguridad nacional y las alianzas ideológicas y culturales. Lo anterior ocurre en un marco de enfado creciente contra gobiernos, tanto nacionales como multilaterales, que no logran entender ni acoplarse a una época que nos confronta a niveles de vulnerabilidad desconocidos por su alto potencial de nocividad y mutabilidad en nuevos peligros, sin que la geografía o el nivel de desarrollo sean suficientes para limitarlos o contraerlos.
La guerra en Ucrania ha derivado y agudizado una crisis alimentaria, que es global, multidimensional y de distinto volumen, según la posición, la geografía y la productividad agraria de los países. Ucrania produce cerca del 10% del trigo exportable y el bloqueo ruso no solo afecta las exportaciones de dicho país, sino que desestabiliza algunos países del Mediterráneo y de África, impulsando una migración aún más descontrolada que la actual. Ante ello, los países más avanzados han situado la seguridad alimentaria como una variable que desafía el statu quo.
Las razones están sobre la mesa. Luego de diez años de estabilidad en los precios, la invasión ordenada por Putin a Ucrania ha provocado alzas globales históricas en los alimentos. Si lo esperable era que aumentaran consiguientemente las superficies plantadas, algunos estados, como India, han frenado sus exportaciones y otros lo han hecho de los fertilizantes requeridos.
La desnutrición no solo amenaza a países en África y Asia, sino que compromete la seguridad alimentaria de los que no logran autoabastecerse, varios de ellos en la zona andina de nuestro subcontinente. El caso de Chile es paradigmático, pues si observamos la superficie agrícola, y tomando como referencia el año 1990, las hectáreas de trigo, maíz o arroz en el país han disminuido en más de un 50%, con casos alarmantes como las legumbres, con reducciones de hasta un 90% de superficie sembrada. Paralelamente, la creciente inseguridad en el sur de Chile ha contraído la producción de alimentos, convirtiéndonos en un mercado altamente dependiente de las importaciones y de decisiones ideológicas de países con grandes economías agrarias.
La seguridad alimentaria ha recuperado una centralidad de carácter global, en un contexto en el cual Chile podría enfrentar desafíos complejos. En tal sentido, un certero análisis de nuestra política exterior brinda la oportunidad y posibilidad de adoptar con prontitud, anticipación y certeza decisiones que aseguren el abastecimiento de alimentos. Restablecer la seguridad jurídica en el sur es una pieza esencial de la seguridad alimenticia de los chilenos.
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