Columna de Teodoro Ribera: El foco de nuestra política exterior



El Presidente Gabriel Boric anunció que el foco de nuestra política exterior estará en América Latina, con énfasis en la región y los países vecinos. Este objetivo demanda un esfuerzo permanente a la política exterior, que, en el caso de las relaciones vecinales, debe tener claro lo que se quiere y precisar expectativas de la contraparte.

Porque es la frontera más compleja de las tres que comparte Chile con sus vecinos, es que deben observarse con atención las convulsiones políticas en Bolivia, a raíz de un anunciado (y postergado) censo poblacional, que conlleva adecuar los representantes a elegir y la distribución de los fondos estatales.

Se trata de un proceso aguardado con expectación por Santa Cruz -motor económico de Bolivia y desde hace décadas, receptor de grandes flujos migratorios internos-, y con preocupación por el gobierno del MAS, cuyo poder electoral se asienta en un mapa poblacional que le beneficia, que da más peso electoral al occidente y a la ruralidad, donde imperan culturas, valores distintos, y el subsidio electoral de la plurinacionalidad y sus espacios reservados.

Si en 2018 la población de Santa Cruz ascendía a 3,2 millones de habitantes (La Paz 1,9 millones), en 2030 la primera aumentará por sobre los 4 millones mientras que la segunda a solo 2,3 millones. Que además Santa Cruz registre más apertura a los aspectos económicos, al esfuerzo individual y a la participación democrática, indican que los trastornos actuales son reflejo de un cambio de época, que podría incluso alterar los énfasis de las prioridades internacionales de Bolivia. Así, una mirada más pragmática (y menos contaminada) de la relación hacia Chile, podría ser impuesta por las nuevas mayorías demográficas del oriente boliviano.

Los trastornos políticos en Bolivia deben ser escrutados por la política exterior chilena y proyectar sus incidencias en nuestro país. Que Bolivia registre convulsiones políticas aumenta la incertidumbre sobre sus capacidades para controlar una frontera de más de 800 kms, vulnerable al contrabando, narcotráfico y la inmigración irregular hacia Chile. No es un fenómeno reciente, pero atendida la magnitud y los efectos adversos que está ocasionando, ordenar el flujo migratorio desde Bolivia debiera estar en las prioridades de nuestra agenda con ese país.

A Chile le interesa una Bolivia estable, democrática y en crecimiento, pero ello demanda construir una sociedad de valores y de intereses. La tendencia autoritaria y antidemocrática, la profundización del narcotráfico, el copamiento del Poder Judicial y su utilización para perseguir a los opositores claramente deben ser temas de la agenda bilateral.

Hoy más que nunca, pensando en nuestra relación después del fallo sobre el río Silala, debemos ejercer nuestros derechos y precisar los objetivos de nuestra relación con Bolivia, lo que es fundamental para enfrentar los problemas que aquejan al norte del territorio nacional país.

Por Teodoro Ribera, rector de la U. Autónoma de Chile y ex ministro de Relaciones Exteriores