Columna de Teodoro Ribera: Vaciamiento poblacional, Chile frente a su propio abandono

El vaciamiento de nuestras zonas extremas es un desafío geopolítico de primer orden.
El Censo de 2024 retrata una realidad innegable: con 18.480.432 habitantes, Chile atraviesa por un envejecimiento acelerado, una drástica reducción de su población joven y una tasa de fecundidad en franco colapso, inferior incluso al promedio de Europa y EE.UU. Sin embargo, hay dos elementos que merecen atención urgente. Primero, las discrepancias entre los datos del INE y los de la Cepal, que en noviembre de 2024 cifró la población chilena en 19.860.000 personas, una diferencia de casi 1,5 millones. Segundo, la creciente asimetría demográfica con nuestros vecinos, particularmente en las regiones extremas, cuyo impacto en la seguridad nacional y en la proyección de Chile es sistemáticamente ignorado.
El vaciamiento poblacional en zonas estratégicas como las regiones de Arica y Parinacota y de Magallanes y Antártica Chilena contrasta con la estabilidad (e incluso crecimiento) de las localidades peruanas, bolivianas y argentinas adyacentes. Un ejemplo de ello son las comunas de General Lagos y Putre, que en el año 2017 sumaban 3.449 habitantes, mientras que en el año 2024 apenas alcanzan 2.055, una caída del 40%. Mientras tanto, el altiplano peruano y boliviano mantienen e incluso aumentan su población. Charaña, una localidad boliviana a menos de cuatro kms. de Visviri, ya supera en habitantes a toda la provincia de Parinacota. Esta asimetría no es solo una curiosidad estadística, sino que genera una presión sobre nuestros recursos propios o compartidos, como la extracción indebida de agua.
En el extremo austral la situación es igualmente alarmante. Las cuatro comunas de Tierra del Fuego, incluyendo Puerto Williams, registraron en 2024 apenas 9.147 habitantes, cayendo desde los 10.427 de 2017. Del otro lado de la frontera, la provincia argentina de Tierra del Fuego supera los 200.000 habitantes. Esta disparidad no es solo un problema demográfico; compromete nuestra presencia efectiva en la región y debilita nuestra proyección a la Antártica, en momentos en que el mundo intensifica su interés en el continente blanco.
El vaciamiento de nuestras zonas extremas es un desafío geopolítico de primer orden. Chile está renunciando de facto a su presencia en regiones claves, debilitando su capacidad de defensa, su control de recursos estratégicos y su rol en las futuras disputas por el territorio antártico. La inacción del Estado, la falta de políticas públicas efectivas y la indiferencia de nuestra política exterior están erosionando nuestra posición de manera silenciosa y tal vez irreversible. Es urgente repensar los planes especiales de desarrollo de nuestras regiones extremas, pero también es imprescindible un viraje en la política exterior, que deje de actuar como espectador pasivo y asuma con determinación el desarrollo de nuestras zonas extremas. La pregunta es simple: ¿cuánto más debemos perder antes de reaccionar?
Por Teodoro Ribera, rector Universidad Autónoma de Chile y ex ministro de Relaciones Exteriores
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