Columna de Tomás Leighton: La mesa chilena

Gabriel Boric
FOTO: Aton.


Termina el año. Las familias vuelven a sentarse juntas a la mesa. Nos detenemos un momento a conversar de los frutos de nuestro esfuerzo, del futuro del país y de nuestros acuerdos y desacuerdos. ¿Qué deseos comparten las distintas generaciones del Chile actual?

Están los sueños de quienes ya jubilaron. Desde 2008, la creación del Pilar Solidario (y su ampliación a través de la Pensión Garantizada Universal) concretó un acuerdo social para proteger a los adultos mayores relegados a la pobreza por la falta de pensión.

Están las esperanzas de quienes aún trabajan después de jubilar, esos hombres y mujeres que sortearon el desempleo en los ochenta, pero que todavía no acceden a un descanso digno. Aunque el Congreso se acerca a lograr una solución, no será fácil. Las AFP han difundido información interesada para salvaguardar sus intereses de una medida de Estado que les afecte el negocio. Pero la política debe seguir la dirección que la sociedad le indica, un sistema mixto, que considere los cambios demográficos y cuente con instrumentos solidarios para proteger a la clase media.

Están los anhelos de las que cada año preparan las celebraciones. Aquellas mujeres que al terminar su jornada laboral, van a comprar los regalos, preparan la cena y atienden los cuidados de quienes no podrían sentarse solos a la mesa. Y en 2024, vimos el compromiso del Estado por acompañarlas, con la aprobación unánime del Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados, Chile Cuida, en la comisión de Desarrollo Social de la Cámara de Diputadas y Diputados. Un paso fundamental para reconocer el trabajo de las personas adultas que cuidan, dándoles el regalo más valioso que ellas puedan tener: más tiempo libre.

Está el consuelo de quienes necesitan dejar de sufrir. Este año, el Ejecutivo ha cumplido la promesa de ingresar el proyecto de Ley Integral de Salud Mental, que moderniza las normativas para que los servicios sanitarios atiendan a las personas con trastornos o enfermedades mentales. Y el Poder Legislativo estuvo a la altura, aprobando la idea de legislar en la materia, a la espera de un presupuesto especial para su aprobación en particular. Otro paso institucional para acompañar las carencias de la vida adulta.

Y están las aspiraciones de la juventud, que en la mesa familiar del Chile actual, se oyen más fuerte. Pero las instituciones se niegan a escucharlas. De tres pesos que Chile gasta en educación, dos se invierten en educación superior. Nuestras escuelas primarias, cantera de nuestros dos premios Nobel, no han podido recuperarse suficientemente del abandono que significó la privatización de la educación pública. Y la altísima participación electoral de los menores de 25 años, tampoco se traduce en participación al interior de los partidos. Incluso de aquellos conformados recientemente.

Si hay algo que se puede concluir del 2024 es que las generaciones están empeñadas en conseguir cambios más rápido de lo que sus élites pueden concretarlos. Aunque hay que valorar que los avances hasta acá conseguidos, incluidos aquellos en materia de seguridad, no se hubieran logrado sin que cesaran las pugnas generacionales del poder. Hoy, las generaciones adultas que gobiernan el país han comprendido que no se vive de nostalgia, pero que la novedad también se esfuma, y que lo único irreductible son las obras que, en común, pueden legar a futuro. No es una mesa perfecta, pero es la mesa chilena.

Por Tomás Leighton, director ejecutivo de Rumbo Colectivo

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