Columna de Valentina Rozas-Krause: Presupuesto del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio y nuestra cohesión social
Pese a que en Chile la cultura se considera un derecho humano, declarado como tal en la Carta Cultural Iberoamericana de Montevideo de 2006, en estos momentos nos enfrentamos una vez más a drásticos recortes en el presupuesto dedicado a cultura. Esto no sólo atenta a este derecho fundamental, sino que además es reflejo de una visión cortoplacista y simplista de lo que significa la cultura en una sociedad. Respecto a lo primero, la más reciente Encuesta Nacional de Participación Cultural (CNCA, 2017) advierte que poco más de un tercio de las y los chilenos nunca ha ido a ver una obra de teatro, de danza, o un concierto en su vida. Cifras que se distribuyen de manera desigual entre clases sociales, y también entre ciudades y territorios rurales, y aunque proyectos como los Bibliomóvil del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas han tratado de reducir esa brecha, esta profunda desigualdad de acceso a bienes y servicios culturales genera un quiebre en nuestra sociedad.
En términos de cohesión social y seguridad nuestra sociedad chilena está en crisis, así lo diagnosticó el último informe del PNUD (2024). Y en ese mismo informe se destaca la cultura cómo vínculo entre las subjetividades y lo colectivo. Ese puente entre individuos, estado, territorio y ciudad sin duda ha sufrido innumerables embates en los últimos años, y no podemos dejar que siga debilitándose. Respecto a lo segundo, la visión simplista sobre el aporte de la cultura, quisiera plantear que el vínculo virtuoso entre ciudades, desarrollo económico, trabajo, salud mental y seguridad y cultura ha sido destacado no sólo por la Unesco (2016), sino también recientemente por un informe de la OCDE (2022) titulado “The culture FIX”. Un juego de palabras ya que, por un lado el sector de la cultura es uno de los más afectados por las medidas sanitarias en el contexto de la pandemia, por lo que requiere inversión pública y privada para volver a rearmarse. Pero, por otra parte, la OCDE también sugiere que invertir en cultura es una solución para la recuperación económica de las ciudades, y plantea que sus efectos positivos van mucho más allá del sector cultural, generando trabajos creativos e innovación, además de promover un uso inclusivo de nuestras ciudades y sus espacios públicos.
Invertir en cultura es también invertir en cuidados, en nuestros niños y niñas; en nuestros adultos mayores; jóvenes; mujeres; grupos indígenas; en nuestras plazas y parques y en nuestros barrios, ya que es a través de la cultura que podemos apropiarnos de estos espacios y volver a sentirnos seguros en ellos. A través de la cultura podemos salir de la segregación económica que nos divide y aprender del pasado; maravillarnos con nuestro país, y prepararnos para los desafíos que Chile enfrenta en el futuro.
Por Valentina Rozas-Krause, académica Escuela de Diseño Universidad Adolfo Ibáñez, consejera electa CNDT
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