Columna de Valeria Palanza: La necesidad de una Constitución democrática
Este mes nos sacude con el aniversario de dos sucesos distantes en el tiempo, pero sin embargo conectados entre sí, porque ambos pusieron sobre el tapete nuestro régimen político. Cincuenta años atrás, el 11 de septiembre de 1973, se puso fin a la democracia en Chile de manera forzada, con el doloroso saldo que aún no terminamos de procesar como sociedad. En circunstancias muy distintas, un año atrás, el 4 de septiembre de 2022, la ciudadanía definió en las urnas que rechazaba la propuesta constitucional elaborada por mandato popular.
Necesitamos reflexionar sobre este último suceso en particular, el fallido intento de reforma, y el espacio que habitamos como sociedad desde hace un año. Es un espacio en el que la democracia se debilita por el empobrecimiento del diálogo. Y el espejismo con lo ocurrido a inicios de los 70, preocupa.
Más allá de las emociones que el Rechazo evoque en distintas personas y grupos, sigue vigente la necesidad y el mandato de darle a Chile una Constitución que cierre el ciclo de aquella Carta elaborada en 1980. El país pide, para avanzar en democracia, una Constitución cuya legitimidad devenga de un proceso democrático y que, además, permita definir las bases de un nuevo ciclo común.
No obstante, el país sigue dividido por heridas antiguas y se desangra por las que se abrieron ese año y su corolario. Las confrontaciones políticas, sustentadas en ideologías contrapuestas y cálculos cortoplacistas, tienen al país y su democracia en jaque. El problema que se enfrenta es grave, porque por lejos que parezca hoy un quiebre, aprendimos en 1973 que las democracias se quiebran. Los procesos que las deslegitiman, abandonados a su juego, se potencian hasta cobrar vida propia, a veces hasta desbordar la capacidad de respuesta institucional.
A un año del Rechazo, con tesón sigue en curso un proceso que ha tomado algunas lecciones del anterior, descuidando otras. La Comisión Experta sesionó y elaboró una nueva propuesta constitucional, imperfecta, como toda propuesta que surge del trabajo de personas con sueños y aspiraciones diversas, a veces contrapuestas. Este documento ha servido hoy de base para el trabajo del Consejo Constitucional.
Es aceptable que un texto constitucional surja así, emanado de un trabajo calificado y luego tamizado por el quehacer de representantes de las preferencias ciudadanas. El Consejo Constitucional es hoy el depositario de esa representación reflejada en las urnas. Y la labor de representación es delicada. A un año, el desafío del Consejo Constitucional es no circular por carriles idénticos a aquellos recorridos por la Convención, y poner la prioridad de dar al país una nueva Constitución democrática, aceptable para una mayoría de la ciudadanía, en primer lugar.
Por Valeria Palanza, decana de Historia, Geografía y Ciencia Política UC
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.