Columna de Yanira Zúñiga: Ciencia y género
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La brecha de género implica desaprovechar valiosos talentos que podrían dinamizar el conocimiento, la política o la economía.
En 2025 se cumple el 10° aniversario del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, celebrado cada 11 de febrero. Dicha fecha fue instaurada por la Asamblea General de la ONU para promover la participación, plena y equitativa, de mujeres y niñas en ciencia, tecnología e innovación; y atacar así un problema de múltiples impactos. En efecto, la brecha de género, además de una injusticia histórica, implica desaprovechar valiosos talentos que podrían dinamizar el conocimiento, la política o la economía. No resulta sensato -aun cuando los detractores de las políticas de género parecen pensar lo contrario- desperdiciar capacidades humanas, especialmente útiles frente a desafíos complejos e inéditos, como el cambio climático o la expansión de la inteligencia artificial. Las mujeres somos personas particularmente preparadas para estos nuevos desafíos. Navegamos en varios mundos a la vez, lo cual nos dota de habilidades para comprender el mundo, en toda su diversidad y complejidad.
Además, en los desempeños vinculados a la ciencia, la tecnología, la ingeniería o las matemáticas (STEM, por su sigla en inglés), muchas personas logran expresar formas de pensamiento que suelen ser desincentivadas en otros espacios. Ahí pueden mantener viva una llama que de otra forma se apaga. En Memorias de una joven formal, Simone de Beauvoir reflexionaba sobre cómo el pensamiento divergente en las mujeres se comporta como una llama, a menudo asfixiada por el peso de unas expectativas socialmente impuestas. “Lo que me indignó -dice Beauvoir en este texto autobiográfico- es una frase lanzada de manera descuidada, que arruinaba en un instante mis empresas y alegrías: «Hay que …o no hay que»”. “En todas partes encontraba restricciones, en ningún lado surgía la necesidad” (o la justificación). “Detestaba el conformismo, todos los obscurantismos, hubiera querido que la razón gobernara a las personas”. Como Beauvoir, las niñas y mujeres que incursionan en áreas en las que lo femenino es considerado todavía una rareza o una anomalía, son rebeldes; se resisten a aceptar un destino ajeno como propio. Al hacerlo, no solo cambian sus vidas; pueden cambiar las nuestras, aunque no siempre lo sepamos. Hasta el día de hoy, en la galería de la fama de la ciencia y de la tecnología escasean los rostros femeninos, y salvo excepciones -como Marie Curie-, sus logros son muy poco conocidos por la mayoría de la población.
Si bien empezamos a ver los frutos de iniciativas dirigidas a mejorar la presencia femenina en STEM (por ejemplo, el aumento de mujeres entre los seleccionados en las universidades chilenas para 2025), queda camino por recorrer y esfuerzos por desplegar. No basta invitar a niñas y mujeres a “hacer ciencia” (o tecnología), es preciso sensibilizar a sus familias, su entorno educativo (profesorado, consejeros/as etc.) o laboral. También hay que comprometer en esta carrera de largo aliento y metas específicas a la clase política y a la ciudadanía.
Por Yanira Zúñiga, profesora Instituto de Derecho Público, Universidad Austral de Chile
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