Columna de Yanira Zúñiga: La universidad abierta
Como resultado de su ataque a Israel, en octubre de 2023, Hamas mató a unas 1.200 personas. A partir de ahí, el balance trágico de la ofensiva israelí en la Franja de Gaza ha ido diariamente en incremento: más de treinta mil muertos a la fecha y cerca de un millón de desplazados. Las repercusiones de este conflicto se han hecho sentir globalmente, en distintos frentes. A las respuestas estatales y jurisdiccionales (la Corte Internacional de Justicia adoptó medidas provisionales y la fiscalía de la Corte Penal Internacional acaba de solicitar se decreten órdenes de detención por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad) le han seguido las movilizaciones. Mediante consignas, lienzos y símbolos alusivos, bloqueando el acceso a instalaciones académicas o acampando en ellas (“tomas” y “acampes” en la jerga universitaria local), estudiantes, en Estados Unidos, Europa y también en Chile, han promovido la solidaridad con Palestina y también acciones de boicot a instituciones israelíes.
La semana pasada, en la Universidad de Chile, un hecho se sumó a este movimiento global. Unas doscientas personas protestaron debido a que la viceministra de Ucrania había sido invitada a dar una charla magistral. Esta actividad debió ser reubicada y la rectora, Rosa Devés, junto a su gabinete, decidieron alojar en el plantel para evitar una “toma” del recinto, dándole un nuevo giro a la idea de “habitar” un cargo. En una reciente entrevista, Devés reflexionaba sobre este episodio y defendía la necesidad de cultivar el respeto y el pluralismo, aun cuando sean incómodos o gravosos. La universidad puede sumarse (y es deseable que lo haga) a la defensa de diferentes causas, en especial, de los derechos humanos, pero también debe defender la libertad de expresión -decía Devés-. “La universidad no puede estar cerrada para evitar un posible conflicto. Tiene que estar abierta”.
Sus palabras son sabias. Por un lado, el pluralismo es esencial para el pensamiento crítico y por extensión para la universidad; por el otro, la historia de la humanidad y de las ideas tiende a pendular. Con demasiada frecuencia -como alertaba Arendt-, los principios y las causas intercambian roles en la cartografía del bien y el mal; ayudan a edificar dogmas y a fosilizar ideas, los cuales son puestos al servicio coyuntural de fines ideológicos cuestionables. La universidad debe evitar ese riesgo, siempre presente. Así, por ejemplo, en abril de este año, la Universidad de Colonia (Alemania) canceló una invitación a la conocida pensadora estadounidense Nancy Fraser. Ella, junto a otras personalidades de la filosofía, firmaron una carta en apoyo a Palestina. Su condición de judía no excluyó la sospecha de antisemitismo. Lo mismo que otros, Fraser fue cancelada. En sus propias palabras, ello ocurrió en nombre de la responsabilidad alemana por el Holocausto, [la cual] debería aplicarse al pueblo judío, pero […] se reduce a la política estatal del actual gobierno israelí”.
Por Yanira Zúñiga, profesora Instituto de Derecho Público Universidad Austral de Chile