Columna de Marcelo Mena y Javier Piedra Fierro: Hoy los incentivos son a contaminar
La cuenta más cara de los chilenos, la calefacción, es también la cuenta más cara para el medio ambiente. Mientras crece la conciencia que la leña sofoca las ciudades del sur con niveles extremos de contaminación, al mismo tiempo el uso de aires acondicionados split ha vuelto que la electricidad sea cada vez más accesible, por una razón muy simple, porque son mucho más eficientes. Por cada unidad de energía consumida, entrega entre 3 a 4 unidades de calor. Eso hace que sea la forma más barata de calefaccionar un hogar en la zona centro-sur, incluso desplazando el uso de leña en ciudades como Coyhaique. En los últimos tres años se han importado casi 1.5 millones de unidades split, equivalente al 25% de los hogares del país. En Europa todos miran sorprendidos cómo las bombas de calor se instalan para dejar de depender del gas natural importado de Rusia. En Chile la tasa es aún mayor, y la motivación es clara. Porque es más conveniente y barato.
Este cambio va en línea con el compromiso de carbono neutralidad que asumió el país en la Ley de Cambio Climático, que tiene como meta que al 2050 al menos 50% de las viviendas usen calefacción eléctrica. A esto se suma los objetivos que impulsan los Planes de Descontaminación Atmosférica de ciudades en el sur, para mejorar los artefactos de calefacción. La urgencia de la descontaminación de las ciudades del sur nos obliga a pensar en lograr lo mismo mucho antes.
Pero para ello debemos tener políticas públicas que incentiven el cambio que queremos lograr. Hoy los incentivos son a contaminar más. Acá existen grandes inequidades, pues las formas de calefacción contaminantes, que afectan la salud de las personas, son las más baratas, donde incluso las subvencionamos, como la parafina, y las formas más eficientes y sustentables, como la electricidad, las castigamos aplicando sobrecargos en su precio por el nivel de consumo, más aún en invierno con el “límite de invierno” en la tarifa eléctrica.
Castigar a las personas por calefaccionar su vivienda con electricidad, y al mismo tiempo subvencionar los combustibles fósiles, en términos climáticos, es una contradicción. Pero tener un sobrecargo en el precio de la electricidad en invierno, además, es relativizar la necesidad de las personas de no pasar frio.
El límite de invierno fue creado hace 40 años como una medida que buscaba un uso y desarrollo adecuado de las redes de distribución en términos de potencia, pero los clientes residenciales al no tener medidores que midan potencia, se buscó hacerlo a través de señales de consumo de energía aplicando un sobrecargo al consumo de energía. Además, la energía utilizada sobre el límite de invierno no supera el 1% de la generación total de energía eléctrica en Chile. En otras palabras; ¡el límite de invierno no mueve la aguja en cuanto a generación de electricidad!
Entonces, por motivos de eficiencia, urgencia climática, salud de las personas y coherencia en las políticas públicas, creemos necesario eliminar el límite de invierno de la tarifa eléctrica, tal como se hizo de manera parcial el año 2020 y 2021, pero esta vez de manera definitiva.
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