Comenzó el circo
Por Álvaro Pezoa, ingeniero Comercial y doctor en Filosofía
El domingo comenzó el circo constituyente. Marchas innecesarias, agresiones a carabineros incluidas (el PC prometió que la Convención sería rodeada por activismo en la calle), muchos de los constituyentes arribaron tarde, largo retraso en la hora de inicio de la ceremonia, interrupción de la misma, pifias en medio de la canción nacional interpretada por una sorprendida orquesta juvenil, gritos altisonantes y maleducados de Labraña, apoyo contra “la represión” a manifestantes que habría estado aconteciendo afuera del antiguo Congreso Nacional, elección de Loncón... Prontamente ella se apuró en afirmar que la primera acción de la recién inaugurada Convención Constituyente (CC) sería pedir indulto para los presos por actos de delincuencia durante la época de violencia iniciada el 18 de octubre y, como no, también para los detenidos por actos terroristas cometidos en La Araucanía. Obviamente sin que la CC tenga atribución alguna para tal efecto. Y una declaración rotunda: la tarea de esta última no será otra que la de “refundar Chile”, para cuyo propósito cuenta con su condición soberana, autónoma. Todo esto como punto de partida nada más. El lunes por la tarde debían iniciarse las sesiones de trabajo en el Palacio Pereira. Por supuesto no fue así, por problemas para ponerse de acuerdo con el reparto de salas (que no se encontrarían suficientemente preparadas para su función). Quedó pendiente para el martes, entonces. Suma y sigue.
Pésima inauguración de la tan mentada CC. Es de esperar que la situación vaya prosperando conforme pasen los días, sin embargo, no parece haber mayor fundamento para sustentar ese anhelo. Primero, debido a la pretenciosa meta de refundar el país, cosa imposible de lograr vía un ordenamiento constitucional. Segundo, por el desembozado ánimo de los grupos de izquierda radical de atribuirse potestades que no les corresponden, con el consiguiente desconocimiento de la institucionalidad vigente y la naturaleza de la misión que les ha sido encargada por votación popular, esto es, únicamente proponer una nueva Carta Magna a ser ratificada por la ciudadanía. Seguidamente, por la evidente intención de no respetar el espíritu del acuerdo alcanzado en el Congreso la madrugada del 15 de noviembre de 2019, donde la idea de saltarse el quorum de dos tercios necesario para incluir artículos en la Constitución sirve como crucial botón de muestra. Luego, por el escaso profesionalismo que muestran numerosos convencionales, más interesados (y duchos) en los mítines, la exposición ante las cámaras y las consignas reivindicatorias que en centrarse en el importante cometido que les corresponde asumir. En fin, hasta ahora demasiado show (del malo, además). ¿Vendrán tiempos mejores? ¡No se ve fácil!
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