¿Cómo rescatar el centro histórico?
Por Martín Andrade Ruiz-Tagle Director Ejecutivo Corporación Ciudades.
Que tal o cual empresa deja el centro de Santiago es una noticia que se ha reiterado en las últimas semanas. Bancos, retail y emprendimientos más pequeños, luego de nacer o fijar sus sedes corporativas en el centro de la ciudad, están mudándose a otros sectores como Providencia, Las Condes o Ciudad Empresarial en Huechuraba.
Las cifras respaldan las percepciones. Para tomar solo una, vemos que la vacancia de oficinas premium, que había alcanzado hasta un 7% durante la pandemia, superó el 10% en el primer trimestre de este año. Un registro nunca antes visto en ese sector de la ciudad, y que da cuenta de un fenómeno que también está ocurriendo en otros países.
Los análisis de este fenómeno son abundantes, diagnósticos que hablan de una verdadera tormenta perfecta en el caso chileno: estallido social con un alto impacto en el casco urbano, la pandemia, el aprendizaje -positivo- de que el trabajo online funciona y bien, inestabilidad económica, comercio ilegal desatado, los viernes “de violencia” y una sensación generalizada de un deterioro constante cada vez más profundo.
¿Qué hacer para frenar primero, y revertir después, este proceso?
Partamos por revisar la historia. Hace unas décadas Santiago perdía población cada año, por lo que se crearon exitosos subsidios de renovación urbana que revitalizaron la comuna. Si lo llevamos a los desafíos de hoy, ese punto debiera traducirse en incentivos específicos a pequeñas, medianas y grandes empresas asentadas en este territorio, así como también estimular con fuerza la reconversión de oficinas tradicionales en una mayor oferta de espacios de coworking, asumiendo que la pandemia nos dejó aprendizajes de flexibilidad laboral que son permanentes y porque la tecnología hoy así lo permite.
Sumémosle la búsqueda de un concepto. Antes, podíamos decir que el centro era el polo económico de la capital, pero hoy vemos que ese polo se ha ido extendiendo. ¿Qué podríamos impulsar ahora? ¿Un centro caminable y sustentable? ¿El kilómetro cero del país como punto turístico, gastronómico y cultural? Miremos cómo lo hicieron ciudades como Medellín, Bilbao o Melbourne, que sí lograron revitalizar sus centros urbanos gracias a una estrecha colaboración público-privada.
Revisemos también iniciativas pendientes. Por ejemplo, el ambicioso proyecto Alameda-Providencia, que pone al peatón en el centro, con una intensiva recuperación de espacios públicos a lo largo de 12 kilómetros, en un plan a escala metropolitana que contempla la intervención en veredas, accesos, espacios urbanos y nudos viales, y que hoy vuelve a ser reimpulsado por el gobierno regional.
Hagamos lo que hagamos, nada de esto será posible sin que cambie completamente la forma en que se brinda seguridad en estos barrios. Hoy caminar por varios centros históricos en Chile es potencialmente peligroso. Estos espacios deben recuperarse con obras y también con actividades que les devuelvan la vida, pero por sobre todo, tienen que volver a ser lugares seguros. Nadie querría volver a un lugar, por remozado que esté, si teme enfrentarse con la delincuencia o incivilidades en el camino.
El arquitecto y urbanista danés Jan Gehl dijo alguna vez que una ciudad debiera ser como una buena fiesta, de la que nadie se quiere ir temprano. Ojalá seamos capaces de transformar el centro de Santiago y tantos otros en nuestro país en la mejor fiesta urbana que podamos ofrecer, para que estos vuelvan a ser el corazón de la vida en nuestras ciudades.
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