Compra de tesis universitarias
El negocio que se ha levantado en torno a estos trabajos académicos exige a las universidades reforzar sus controles, endurecer su evaluación y, también, analizar si en todos los casos ese mecanismo sigue cumpliendo con sus objetivos.
En muchas carreras universitarias, no solo en nuestro país, se exige hacer una tesis o memoria en la última etapa de formación de pregrado, con el objeto de demostrar las habilidades y conocimientos adquiridos durante los años de estudios en el desarrollo de un proyecto de investigación de acuerdo a una metodología y a la guía de profesores del área escogida. Una exigencia que permite a los estudiantes profundizar en una materia, ampliando fuentes a su conocimiento, relacionar líneas teóricas con evidencia práctica e interactuar con profesionales del área, enfocados en un proyecto con plazos, metodología y objetivos, y que aporte a su formación.
Por ello, es preocupante lo que releva un reportaje publicado el fin de semana en este diario sobre el negocio que se ha levantado en torno a las tesis, en que basta pagar para que escriban una de acuerdo a los criterios, características y plazos que se soliciten. Incluso se pueden ir haciendo las rectificaciones que le señale el profesor guía a quien pretende hacer pasar como propia dicha tesis. Igualmente graves son las razones con las que se pretenda justificar esta práctica por quienes ofrecen ese “servicio”, aduciendo que la demanda que tiene se explica por “la complejidad de los temas que se asignan en las universidades, la falta de tiempo” ó “porque no se les ha enseñado redactar un documento, realizar una buena investigación o aplicar un formato correcto a la tesis”.
Puede haber algunas carreras que no preparen adecuadamente para desarrollar una investigación de esta naturaleza a sus alumnos, pero en ese caso su primer desafío debe ser preocuparse por entregar las herramientas suficientes para que lo logren adecuadamente. Además, ello no es razón suficiente para presentar un trabajo ajeno -en este caso por encargo- como propio, faltando gravemente a las obligaciones que tienen como estudiantes, tanto éticas como académicas, sin contar las razones de justicia en relación a quienes sí han puesto su mayor esfuerzo en cumplir la exigencia. De igual manera, no es aceptable que se elija este camino por considerar inútil la exigencia de una tesis, y que se mire simplemente como un trámite a cumplir, minimizando la importancia que la casa de estudios le ha dado a ese trabajo académico; desde el momento en que se optó por cursar una determinada carrera en una institución, se aceptaron las condiciones que se requerían para obtener ese título profesional.
Este fenómeno que se viene produciendo desde hace algún tiempo y que se suma a otras prácticas que las universidades históricamente han debido enfrentar, como los plagios, les plantea el gran desafío de ir innovando y avanzar hacia una mayor exigencia en sus controles y mecanismos de seguimiento, que garanticen la calidad del proceso de la tesis. También se deben ir evaluando sus objetivos formativos y revisando si en todos los casos estos cumplen con las exigencias o pueden proponerse otros mecanismos alternativos para alcanzarlos. Es un reto que se seguirá complejizando -pero que es necesario asumir- por las nuevas herramientas tecnológicas que la IA posibilita, y por las connotaciones éticas de las prácticas a las que están recurriendo algunos alumnos, que hacen temer por su adecuado ejercicio profesional.
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