Conversos

Mauricio Rojas
Mauricio Rojas al momento de asumir.


Los ecos del caso de Mauricio Rojas, aunque resuelto formalmente con su renuncia como titular del Ministerio de las Culturas, están lejos de apagarse. Una primera lectura habla de la capacidad de organización de ciertos sectores, los que, potenciados por las redes sociales, terminaron doblándole la mano al mismísimo Presidente. Cavilaciones más detenidas nos remiten a cómo se construyen los consensos, especialmente en relación a las violaciones a los derechos humanos y a la memoria histórica, así como a los contornos de la libertad de expresión. Sus críticas al Museo de la Memoria se vieron agravadas por ser foráneo al mundo de la cultura y por carecer de redes políticas, pero también por su condición de "converso".

Cuando los manuales de autoayuda promueven el valor de la adaptación y de la flexibilidad frente a la incertidumbre y el cambio, ¿qué explica la resistencia a que las personas puedan cambiar de adscripción política?; ¿por qué mudar de identidad ideológica raya, para algunos, en la apostasía?

Las religiones parecen haber resuelto con más éxito estos dilemas. En el seno del catolicismo, desde el pionero San Pablo, las conversiones son materia de reflexión, pero también de apología. Sin embargo, quienes estudian la política no han desarrollado análisis sistemáticos al respecto.

Un hipotético programa de investigación podría indagar acerca de la personalidad política y la conducta individual (el periodista español Arcadi Espada plantea, por ejemplo, que los factores genéticos influyen a medida que aumenta la edad); el peso del momento histórico (el descubrimiento de lo que ocurría tras la "Cortina de Hierro" y, más recientemente, el desencanto con el "Socialismo del siglo XXI" en América Latina); la relación entre política y mundo intelectual; las estructuras partidarias más o menos permeables al disenso y a la heterodoxia (¿cuánto tiempo más será el Frente Amplio el domicilio para un político que, como Gabriel Boric, le da espacio a la duda?); así como la mayor propensión a una dirección, desde la izquierda a la derecha, como los casos que recoge Mónica Echeverría en su libro Háganme callar. Menos aireados han sido los tránsitos en sentido inverso. En Chile, el paradigma parece ser el ex ministro Vidal.

Cabría también analizar las actitudes sociales hacia aquellos que cruzan el "Rubicón" ideológico y cómo su asociación con traición y oportunismo, ignorando que también hay desgarro y valentía, traslucen las ideas sobre una política presa de marcos rígidos y binarios. Lo recoge bien Houellebeq en Sumisión: "Hace tanto tiempo que el juego político se basa en la oposición entre derecha e izquierda que nos parece imposible salir de eso".

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