Coronavirus y su trampa de exclusión social
Por Sebastián Bowen, director ejecutivo Techo-Chile y Fundación Vivienda
Las familias excluidas social y habitacionalmente en nuestras ciudades están viviendo y vivirán una verdadera trampa ante la emergencia del Covid-19. La trampa comienza al plantear que la única solución a la crisis sanitaria es quedarse en la casa, sin contemplar las tensiones económicas y habitacionales que esta medida significa para dichas familias. Tensiones que, a su vez, pueden acrecentar la crisis sanitaria inicial, generando un círculo vicioso sin salida.
Hoy en día son millones las personas en Chile que viven en campamentos, en condiciones de hacinamiento, con arriendos informales abusivos, o en barrios y viviendas segregadas. Por ello, la exclusión habitacional no es un problema marginal, más bien es un problema masivo, persistente, crítico y desafortunadamente creciente, el que a su vez se encuentra altamente relacionado a la vulnerabilidad socioeconómica. Para estas familias, quedarse en la casa puede disminuir su probabilidad de contagio, pero también puede ser sinónimo de dejar de comer, vivir más expuestos a la violencia intrafamiliar o estar las 24 horas del día sin acceso al agua potable. A su vez, recordemos que esta población vive mayoritariamente en zonas segregadas con menor acceso a servicios de salud y generalmente con un historial médico de mayor exposición a enfermedades.
Desplegar una estrategia que le haga frente a esta trampa requiere de dos pilares centrales. El primero es la integralidad: no podemos disociar las acciones en temas sanitarios, económicos y habitacionales, sino que debemos trabajar en la dimensión sanitaria y, al mismo tiempo, mitigar los efectos económicos y habitacionales de la cuarentena en las familias más vulnerables. Para esto, planes de asistencia económica directa para la alimentación, calefacción o acceso al agua por el período que dure la cuarentena son de vital importancia. Asimismo, construir de manera rápida viviendas de emergencia en sitio propio o habilitar espacios transitorios para población en condiciones de hacinamiento podría salvar vidas.
En segundo lugar, la estrategia debe ser también comunitaria: basarnos únicamente en que la gente se resguarde en su vivienda, sobre todo cuando hablamos de comunidades y familias excluidas habitacionalmente, contiene una dosis alta de ceguera. Se hará necesario, por lo tanto, medidas de prevención comunitaria o barrial que serán tanto o más efectivas para prevenir el contagio en esta población. Por este motivo, no debemos escatimar esfuerzos en transmitir información respecto de la enfermedad y el contagio de manera efectiva y certera, tanto mediante las instituciones como por medio de los liderazgos comunitarios, incentivar pautas de prevención en los lugares de encuentro como almacenes, canchas o sedes, y promover la entrega de insumos de protección de forma masiva como mascarillas, alcohol gel, entre otros.
Esta “trampa social del coronavirus” debe ser enfrentada como un problema prioritario, pues de no serlo producirá brotes y rebrotes de contagio con consecuencias dramáticas. Y ya sabemos que respecto de este tema los problemas no son individuales sino comunes, al igual que los principales desafíos que enfrentamos como sociedad.
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