Creatividad y Tercera Edad
La discriminación contra los viejos se ha acentuado últimamente. Es reconfortante saber que: (1) existe un mercado (el del arte) donde este fenómeno no ocurre; y (2) los que aún no llegamos a los setenta y cinco años, podemos todavía albergar la ilusión de poder hacer algo que valga la pena.
Einstein contribuyó más que nadie a promocionar la idea de que la creatividad era patrimonio de los jóvenes. Cuando tenía veintiséis años escribió cuatro artículos que revolucionaron la física. En el primero explicó el efecto fotoeléctrico. En el segundo introdujo la primera parte de la teoría (relatividad) por la cual es conocido fuera del ambiente científico. En el tercer artículo presentó la que es probablemente su ecuación más popular (E = mc2). Y en el cuarto se refirió al movimiento Browniano.
Dos aclaraciones necesarias: (1) Einstein no recibió el premio Nobel por la teoría de la relatividad, lo recibió por el efecto fotoeléctrico; y (2) la teoría de la relatividad en realidad son dos, la especial y la general (un tema para otro artículo). A pesar de los esfuerzos de los partidarios de Darwin (publicó El Origen de las Especies cuando tenía cincuenta años), la opinión general es que los viejos ya no pueden innovar.
Por suerte existe Monet. Las pinturas que produjo entre los treinta y los sesenta años se venden entre 600 y 800 dólares por centímetros cuadrado. Las que produjo entre los setenta, y setenta y cinco años (los nenúfares, por ejemplo), valen entre 1.500 y 2.000 dólares el centímetro cuadrado. Es decir, el valor de la producción de Monet experimentó un incremento violento cuando llegó a la tercera edad.
Algo similar ocurre con las pinturas de Josef Albers. Las que produjo antes de cumplir setenta años se venden a los más en 80 dólares por centímetro cuadrado. Las que produjo después de cumplir setenta suben de precio en función de la edad, y llegan hasta los 200 dólares por centímetro cuadrado (el máximo ocurre alrededor de los ochenta y cinco años).
(A manera de comparación: un departamento en Manhattan vale un dólar por centímetro cuadrado y una isla en el Caribe mucho menos, entre 1 o 2 centavos por cm2).
Por último, está el caso de Gerard Richter, el pintor alemán cuyas pinturas abstractas se venden por más de 20 millones de dólares. El precio de las pinturas de Richter es proporcional a la edad que tenía cuando las creó: mientras más viejo (todavía está vivo), más vale la pintura.
La discriminación contra los viejos se ha acentuado últimamente. Es reconfortante saber que: (1) existe un mercado (el del arte) donde este fenómeno no ocurre; y (2) los que aún no llegamos a los setenta y cinco años, podemos todavía albergar la ilusión de poder hacer algo que valga la pena.
-El autor es investigador Asociado de Clapes-UC