Crisis COVID: Efectos de largo plazo en mercados financieros
Una de las cosas pocas cosas que no han variado desde la visión pre-COVID, seguimos prefiriendo a los mercados privados de crédito y accionario, tanto como fuentes de rendimientos como de diversificación de riesgo, atributos que la renta fija tradicional ha perdido considerablemente.
A pesar de que aún no podemos dar por superada la crisis que ha generado la pandemia, ya es posible empezar a sacar algunas conclusiones acerca de cambios que se volverán más permanentes. Desde consecuencias en el mercado laboral -como una mayor adopción del teletrabajo- hasta en lo macroeconómico -por ejemplo, con un mayor número de países teniendo que soportar mayores niveles de deuda pública-.
Los efectos más permanentes también se pueden observar más allá del corto plazo. El impacto del COVID-19 ha transformado el panorama de inversiones en unos pocos meses y de manera significativa, como nunca había ocurrido antes. Los cambios sustanciales en nuestra visión de los activos estratégicos, un proceso que típicamente toma meses o incluso años, reflejan un entorno en el que los cambios considerables en las valoraciones y la aceleración de las tendencias estructurales requieren una renovación de las asignaciones estratégicas y no solo retoques (ver gráfico).
Gráfico: posicionamiento estratégico. Visión actual versus posición de equilibro a largo plazo
Por ejemplo, el equipo de estrategia de inversiones de BlackRock comenzó el año con una recomendación de sobreponderar los bonos de tasas de interés nominales emitidos por gobiernos de países desarrollados. Hoy es nuestra mayor subponderación.
Por otra parte, la pandemia ha desencadenado una respuesta de política económica sin precedentes para amortiguar el golpe económico. Una consecuencia importante de esta revolución conjunta de la política monetaria y fiscal es, en nuestra opinión, una mayor inflación en el mediano/largo plazo. Los niveles de liquidez que han inyectado los bancos centrales a lo largo del mundo, a una escala monumental, finalmente se traducirán en presiones inflacionarias por encima de las expectativas actuales. Estas últimas, en nuestra visión, aún están muy marcadas por el colapso en la demanda que ha traído consigo el congelamiento económico asociado a la pandemia.
El reciente aumento en el precio del oro, visto por algunos como un activo que preserva el valor y protege contra la inflación, sugiere que los mercados ahora están adoptando esta visión. Sin embargo, vemos el rally del oro como más impulsado por el sentimiento y no como una respuesta al riesgo de inflación, al menos desde el punto de vista estratégico. Preferimos los bonos indexados a la inflación, que en nuestra opinión aún no están valorando completamente los riesgos de inflación más altos, como una mejor opción. Ellos también son una alternativa a la renta fija soberana tradicional (nominales), cuyo papel en una cartera de inversiones está cambiando fundamentalmente a medida que las tasas de interés se mantienen bajas por más tiempo y los bancos centrales adoptan implícita o explícitamente políticas para limitar los rendimientos nominales de los bonos gubernamentales. Ya habíamos señalado en marzo los crecientes riesgos en torno a la inflación, y los bonos vinculados a la inflación han pasado de ser neutrales en nuestra recomendación de largo plazo, a ser nuestra mayor sobreponderación.
Con respecto a la exposición a bonos corporativos, nuestra mayor sobreponderación es desde una perspectiva táctica de corto plazo. También se observan fluctuaciones importantes en las visiones estratégicas de mediano/largo plazo. En abril, pasamos de una subponderación del crédito para sobreponderar la clase de activos, pero ahora volvemos a una posición neutral.
Los cambios de visión acerca de la renta variable también han sido pronunciados. A lo largo del 2020, pasamos de una perspectiva neutra a comienzos del año a una recomendación de sobreponderación en el punto más profundo de la corrección (que no fue basado en una intención de timing de mercado, sino más bien de aplicar un disciplinado rebalanceo gatillado por la decidida intervención por parte de los principales bancos centrales). Ahora, con un número cada vez mayor de mercados bursátiles en terreno positivo para el año, volvimos a la neutralidad. Eso sí, mantenemos una preferencia estratégica por las acciones de China, donde aún se observa una brecha significativa entre el peso creciente de su economía y la muy baja exposición de activos en la gran mayoría de las carteras de inversionistas a nivel global. Es más, creemos que la pandemia aceleró una tendencia que ya era observable anteriormente: un mundo bifurcado con dos polos de crecimiento, uno centrado en Estados Unidos y otro en China. La sobreponderación a China implica bajar la renta variable de mercados desarrollados (incluyendo Estados Unidos, nuestra principal sobreponderación regional por años) a subponderar, tras el extraordinario repunte observado desde los mínimos de marzo pasado.
Por último, en una de las cosas pocas cosas que no han variado desde la visión pre-COVID, seguimos prefiriendo a los mercados privados de crédito y accionario, tanto como fuentes de rendimientos como de diversificación de riesgo, atributos que la renta fija tradicional ha perdido considerablemente.
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