Opinión

Crisis de la natalidad: ¿cambio cultural o barreras estructurales?

La natalidad se ha tomado la agenda. A nivel mundial, distintos organismos han levantado la alerta sobre una inminente crisis. El descenso de la natalidad, la postergación de la maternidad y el envejecimiento son hoy preocupaciones de política pública. Según The New York Times (2024), en China han emergido ciudades fantasmas, en Italia se han cerrado salas de cuna y en Alemania, se han demolido construcciones urbanas debido a la disminución de la población. En nuestro país la situación es crítica. En 2024, Chile registró una tasa de fecundidad de solo 0,88 nacimientos por mujer, una caída del 23% en un año y del 51% desde 2015. Si bien es esta una tendencia mundial somos, dramáticamente, punteros. Si a esto le agregamos que uno de cada cinco niños nacidos en Chile corresponde a una mujer migrante (6,9 en 2017 a 18,9 en 2023), la situación habla de un profundo cambio estructural en nuestro país.

Ante esta realidad, la académica Alejandra Abufhele plantea una cuestión clave: ¿cuánto de la disminución en las tasas de natalidad se debe a un cambio cultural en las preferencias por otras trayectorias de vida y cuánto a barreras estructurales que dificultan la maternidad? La respuesta, aunque compleja, es fundamental para orientar adecuadamente las políticas públicas. Respecto de lo primero, la literatura identifica diversos factores entre los cuales destacan la rápida secularización de la juventud, el aumento de las tensiones entre hombres y mujeres, una valoración diferente de la paternalidad y una mayor valoración de la autonomía individual. Además, se mencionan los movimientos feministas, los cambios en la estructura familiar tradicional e incluso el cambio climático. Esta gigantesca modificación de los valores sociales se ha denominado “segunda transición demográfica” y respecto de ella, una política centrada en los aportes monetarios o bonos, no alcanza. Por otro lado, las barreras estructurales que dificultan la maternidad, incluyen la incompatibilidad entre formar una familia y desarrollarse profesionalmente, la falta de flexibilidad laboral, el costo de una educación de calidad, así como otros factores económicos.

Frente a estos desafíos, las acciones han sido diversas, pero ningún país parece haber encontrado una solución sostenible. En Kazajistán, por ejemplo, las madres con varios hijos reciben medallas y una asignación económica vitalicia, en un intento por reconocer la maternidad. Otros países, como Japón, Francia y Alemania, han desarrollado redes comunitarias y programas de cuidadores de barrio. Israel ha apostado por la fertilización in vitro gratuita, y varios países han implementado licencias parentales generosas y condiciones de trabajo flexibles. Sin embargo, en muchos casos, estas medidas terminan afectando la participación de las mujeres en el mercado laboral, creando una paradoja en la que, aunque se incentiva la maternidad, se complica la vida profesional. Los expertos también coinciden en que los incentivos financieros no son la panacea; aunque puedan generar un “mini baby boom” momentáneo, no resuelven el problema de fondo.

En Chile, son varias las iniciativas en esta línea. A los subsidios familiar y maternal, se suman el postnatal de seis meses y el permiso postnatal parental, que permite a las madres transferir hasta seis semanas de este descanso al padre, fomentando así una mayor corresponsabilidad en el cuidado infantil. La discusión y avance del proyecto de sala cuna universal, van en la misma línea. Sin embargo, los números son malos.

Visto así, la crisis de natalidad requiere una mirada integral, que no se reduzca a un simple “ofertón” de incentivos económicos. Las mujeres y los hombres internalizan significados sobre la maternidad, paternidad y la familia desde la educación temprana. Por esto ofrecer una visión renovada sobre ellas deben ser parte de una formación integral. Quizá podríamos partir dejando de referirnos a los hijos como “cargas” en los sistemas sociales y de salud.

Por María José Naudon, abogada

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