¿Crisis del sistema interamericano?
Por Jorge Heine, profesor de Relaciones Internacionales, Universidad de Boston
La realización de la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) hace algunos días en México, con numerosos presidentes de la región, subraya la crisis del sistema interamericano. El Presidente Andrés Manuel López Obrador ha llamado a los estados miembros a abandonar la Organización de Estados Americanos (OEA) y a plegarse a una CELAC refundada, que interprete la voluntad de los países de la América morena, y no sea un mero buzón de las instrucciones del Departamento de Estado.
Nada indica que se vaya a dar una retirada masiva de estados miembros de la OEA. Sin embargo, el mero hecho que el gobierno de México, el segundo mayor país de nuestra América, haga esto, nos indica la profunda crisis no solo de la OEA, sino que del sistema interamericano. El año pasado vimos lo que ocurrió con el Banco Interamericano (BID), esa otra gran institución con sede en Washington D.C. El BID fue testigo de la humillación colectiva de la región, al imponerse la candidatura a la presidencia de un ciudadano estadounidense, ignorando una tradición de seis décadas de presidentes latinoamericanos, y pasando a llevar una fuerte oposición en vastos sectores de la dirigencia política y la sociedad civil en la región.
Este año, se suponía que se realizase la IX Cumbre de las Américas en abril de 2021, con Estados Unidos como anfitrión. Ello habría sido una gran oportunidad para que los jefes de estado latinoamericanos conociesen e interactuasen con el recién asumido Presidente Joe Biden, y para éste trasmitirles su mensaje. La cumbre no se hizo, y el Departamento de Estado anunció que se realizará a mediados de 2022. Ya a la VIII Cumbre de las Américas, realizada en Lima en abril de 2018, el Presidente Trump, en forma inédita, no asistió, enviando en cambio a su vicepresidente.
El panamericanismo siempre ha tenido algo de mito, pero sigue siendo clave para los países latinoamericanos tener canales e instituciones con los cuales dialogar e interactuar con la mayor potencia del mundo. El deterioro, sino llana destrucción, de estas instituciones no es bueno para nadie. Hay muchos culpables, pero al menos uno de ellos es la enorme fragmentación de la región, y la noción que el entreguismo es la mejor receta en política exterior. Ello ha contribuido a reducir cada vez más el peso de América Latina en el concierto internacional, que va cuesta abajo en la rodada. ¿Quién quiere reunirse con los representantes de una región cuya opinión vale nada?
Si América Latina, que ya, de acuerdo a algunos indicadores, tiene menos influencia global que África, quiere detener este proceso, le urge adoptar un nuevo enfoque en materia de política exterior, basado en la acción coordinada, comprometida con el multilateralismo y centrada en los intereses nacionales, y no en los de otros. Es lo que con mis colegas Carlos Fortin y Carlos Ominami hemos denominado una política exterior de No Alineamiento Activo.