Opinión

“Crónica de una muerte anunciada”

10/04/2024 Jonnathan Oyarzún/Photosport Football, Colo Colo vs Fortaleza. Group stage, Copa Libertadores 2025. Colo Colo’s fans are pictured during the copa libertadores match for group E against Fortaleza at the Monumental stadium in Santiago, Chile. 10/04/2024 Jonnathan Oyarzun/Photosport JONNATHAN OYARZUN/PHOTOSPORT

“Crónica de una muerte anunciada” es una breve novela de Gabriel García Márquez inspirada en un crimen real. En ella se narra el asesinato de un joven cuya muerte es sabida por todo el pueblo, ignorada por quienes debían actuar y finalmente consumada como una tragedia inevitable. Es lo mismo que ahora ha ocurrido con la violencia en el Estadio Monumental y la muerte de dos hinchas en sus inmediaciones. Lo acaecido es consecuencia previsible de una cadena de omisiones político institucionales, normalización de la violencia y relativización del orden público.

Todos sabían que podía pasar. Había antecedentes, advertencias, señales evidentes que solo era cosa de tiempo que algo así ocurriera. Como si la fatalidad nos hiciera invisibles, como si el conocimiento previo del peligro nos eximiera de actuar. La posibilidad de la tragedia fue asumida como un costo tolerable en una sociedad que extravió el valor del orden como base para la vida común.

Mucho se dirá de sus causas, de las razones que llevaron a disputar este partido de fútbol, pero poco se dirá de una decisión inexplicable: la ausencia de carabineros al interior de los estadios. Ello no fue un descuido ni mero error logístico, sino la expresión de un proceso más profundo: la erosión deliberada de su legitimidad, promovida por años con cálculo ideológico por muchos de quienes hoy nos gobiernan. La exaltación simbólica del desorden, convertido en gesto estético, en bandera cultural durante la asonada delictual de 2019, y representada en símbolos como el “perro matapacos”, en cánticos que promueven el enfrentamiento con la autoridad, y en la romanización de acciones delictivas en su contra, lograron generar las condiciones propicias para que una fiesta deportiva mutara en caóticas escenas de violencia. Como es propio de nuestra idiosincrasia, en lugar de esforzarnos por reempoderar a Carabineros, hemos optado por debilitarlo, al punto de volver su presencia indeseable, incluso en contextos donde resulta indispensable. Se trata de una manifestación más del repliegue del Estado y de nuestro tránsito hacia un Estado fallido.

En la novela de García Márquez el juez afirma “Dadme un prejuicio y moveré el mundo”. Eso es, precisamente, lo que ha sucedido en Chile: prejuicios ideológicos han hecho claudicar al Estado en su labor más esencial, controlar todo el territorio y asegurar el orden. Cuando la transgresión se normaliza y el orden se trivializa, el Estado de Derecho se debilita al punto de volverse irrelevante.

La desgracia en el Estadio Monumental reveló una vez más no solo que la violencia no ha podido ser desterrada del fútbol, sino que, tal como pasa en todo Chile, es parte inherente de nuestra realidad cotidiana. Como en la novela, todos sabíamos que podía ocurrir, pero nadie asumió la tarea de evitarlo. El silencio colectivo e inacción es la otra cara de la violencia que culminó en esta tragedia.

Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho, Universidad de Chile

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