
Chile frente a la crisis del agravio: cómo reconstruir la confianza perdida

En un mundo donde las instituciones han dejado de ser vistas como aliadas del bienestar colectivo, la confianza se ha convertido en un recurso escaso y profundamente disputado. El Edelman Trust Barometer 2025 no solo confirma esta tendencia, sino que la eleva a una categoría crítica: seis de cada diez personas en el mundo declaran sentirse agraviadas por el sistema, es decir, creen que las instituciones —gobiernos, empresas, medios y ONG— benefician a unos pocos en desmedro de la mayoría.
Este fenómeno, que Edelman denomina “la crisis del agravio”, ha dejado de ser una amenaza latente para convertirse en una condición estructural del malestar global. América Latina no es la excepción: Perú lidera con un 80% de su población sintiéndose agraviada, seguido por Colombia (67%), Argentina (65%) y México (63%). En todos estos países, la confianza en el gobierno, los medios, e incluso en las empresas, se encuentra en mínimos históricos.
Aunque Chile no formó parte de la muestra global de 2025, no es difícil reconocerse en ese diagnóstico. La desafección ciudadana que se manifestó con fuerza en el estallido social de 2019 no ha desaparecido. Se ha transformado en frustración ante la incapacidad del sistema político para alcanzar acuerdos, en la decepción por dos procesos constitucionales fallidos y en una extendida percepción de que “todo sigue igual o peor”.
Según datos de la OCDE, solo un 30% de los chilenos confía en su gobierno, un 28% en los medios de comunicación, y apenas un 14% en los partidos políticos. El Congreso, piedra angular de cualquier democracia, alcanza solo un 19% de confianza. ¿Cómo sostener una institucionalidad legítima y estable con estos niveles de desapego?
Más alarmante aún es que este vacío esté siendo ocupado por nuevas formas de radicalización social. El mismo estudio de Edelman advierte que más del 40% de las personas —y más del 50% entre los jóvenes— considera aceptable recurrir a estrategias de activismo hostil, como el ciberacoso, la desinformación o incluso la violencia física, como medios legítimos para impulsar cambios. Chile ya ha sido testigo de estas expresiones: polarización extrema, pérdida de respeto por la deliberación política y auge de discursos incendiarios en redes sociales. No se trata solo de ruido: es el síntoma de un deterioro más profundo en nuestro contrato social.
¿Qué hacer frente a este escenario? El Barómetro no se queda en el diagnóstico y propone una dirección: ninguna institución, por sí sola, podrá resolver esta crisis. La reconstrucción de la confianza exige respuestas sistémicas y sostenidas. En el caso chileno, más que ofrecer una receta, vale la pena identificar algunas condiciones mínimas que podrían ayudar a enfrentar el problema desde distintos frentes.
1. Un Estado que actúe con eficacia y justicia. No bastan reformas bien intencionadas. Se necesitan resultados concretos y visibles en salud, educación, seguridad y protección social. Las personas deben constatar, en su vida cotidiana, que el Estado sirve para algo más que administrar la inercia.
2. Un sector privado con propósito social. Las empresas chilenas tienen la oportunidad estratégica de liderar con integridad, fomentar el empleo digno, contribuir a la cohesión territorial y asumir un rol activo en los desafíos de sostenibilidad, formación y empleabilidad juvenil.
3. Medios de comunicación que recuperen su legitimidad. En tiempos de sobreinformación y desinformación, informar con rigor, resistir al sensacionalismo y promover el debate democrático son tareas urgentes. La credibilidad no se recupera con likes, sino con consistencia editorial y responsabilidad cívica.
Reconstruir la confianza no es un eslogan ni una estrategia comunicacional. Es un imperativo democrático. En su forma más básica, la confianza surge de la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Y es precisamente esa coherencia la que hoy parece más ausente.
Chile tiene la oportunidad de romper el ciclo del agravio. Pero eso exige que sus líderes —políticos, empresariales, sociales y mediáticos— se pregunten no solo cómo ganar elecciones o proteger su reputación, sino cómo volver a ser dignos de la confianza de su gente.
Por Natalia Piergentili, directora de asuntos públicos de Feedback.
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