Cuarentenas y pobreza
Por José Batlle, Jorge Fantuzzi y Etienne Lapuente, FK Datalab
La grave crisis sanitaria ha afectado la vida de todos, pero a algunos les ha afectado más que a otros. Imagínese vivir una cuarentena en una vivienda hacinada o viviendo de allegado. Imagínese vivir el riesgo de contagiarse cada vez que se sale porque, dada su situación económica, necesita salir y la única posibilidad de movilizarse en el hogar es mediante el transporte público. Parece una obviedad que la forma en que vivimos las cuarentenas no es independiente de nuestra realidad social y económica.
Lamentablemente, la historia no termina ahí. Aprovechando los datos publicados por el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, nos preguntamos si algunas variables socioeconómicas de los chilenos podrían afectar la efectividad de las cuarentenas.
Para responder, separamos las comunas entre las que tuvieron cuarentenas exitosas, es decir, lograron reducir sus tasas de contagios significativamente mientras estaban en cuarentena, y las comunas no exitosas. Nuestro criterio arbitrario para definir una cuarentena exitosa es si la disminución entre el peor día de casos activos y el último día de la cuarentena fue mayor a un 10%.
Si bien todavía no ha pasado mucho tiempo como para evaluar de forma concluyente las cuarentenas, ya se vislumbran algunos resultados que sería interesante seguir en el tiempo. La buena noticia es que de las 28 comunas que estuvieron más de 10 días en cuarentena, 64% fueron exitosas. La mala noticia es que –lamentablemente- parece notorio que algunos factores socioeconómicos afectan la efectividad de las cuarentenas.
Por ejemplo, comunas con altos niveles de hacinamiento tuvieron cuarentenas poco exitosas. Se destaca, por ejemplo, San Bernardo: aunque algunas de sus variables parecen auspiciosas, más del 7% de sus hogares viven en una situación media o crítica de hacinamiento y, además, cerca del 12% de sus viviendas presentan allegamiento, su resultado en la cuarentena no fue exitoso en disminuir la cantidad de casos activos. Algo similar se observa al contrastar el éxito de las cuarentenas con la densidad habitacional.
Asimismo, si al hecho de que algunas comunas tengan alta densidad habitacional o hacinamiento, le sumamos que tienen pocos ingresos, alto trabajo no calificado y alta movilización en transporte público, todo apunta en la dirección de hacer más difícil que una cuarentena sea eficaz.
En efecto, comunas de bajos ingresos y alta densidad habitacional no fueron exitosas. Si la comuna tiene alto ingreso o bajo ingreso pero poca densidad, entonces el resultado de la cuarentena fue bueno. La única variable que sorprende es la informalidad, ya que su incidencia no afectó la efectividad de las cuarentenas, al menos con la información disponible hasta la fecha.
Si bien todavía ha pasado poco tiempo como para poder hacer una evaluación más exhaustiva y concluyente, parece claro que hay características comunales que hacen más difícil que una cuarentena sea efectiva. En resumen, comunas como Providencia o Ñuñoa tienen altas densidades, pero sus habitantes viven “con más espacio” (el hacinamiento y el allegamiento son bajos, al contrario de Puente Alto o San Bernardo), tienen ingresos altos y bajo porcentaje de trabajadores no calificados, lo que permite a sus habitantes quedarse en casa y que sus cuarentenas sean más efectivas.
La comprobación empírica de algo que parece intuitivo no es alentadora. La pobreza no solo hace que vivir las cuarentenas sea más difícil. Además, probablemente hace que las cuarentenas sean menos exitosas y, por lo tanto, sean más largas y reiteradas.
Lamentablemente, parece que no es suficiente con vivir la cuarentena en hacinamiento, además hay que prepararse para estar más tiempo en cuarentena.
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