Cumbre de las Américas: los verdaderos ausentes
Por Issa Kort Garriga, exembajador de Chile ante la Organización de Estados Americanos (OEA).
La IX versión de la Cumbre de las Américas está próxima a celebrarse en la ciudad de Los Ángeles, California. Será la segunda vez que Estados Unidos actúe como anfitrión, lo que genera una serie de análisis, críticas, expectativas, presiones y advertencias que no han pasado desapercibidas. Se trata de un encuentro de máximo nivel en donde se invita a jefes de gobiernos a reflexionar y debatir sobre cinco temas concretos: 1) Salud y Resiliencia, 2) Futuro Verde, 3) Energía Limpia, 4) Transformación Digital y 5) Plan de Acción Interamericano sobre Gobernabilidad Democrática. Sin embargo, y tal como suele suceder en este tipo de instancias diplomáticas, los temas de la agenda son desplazados por la cruda realidad que corre en paralelo a las buenas intenciones. En este caso, la principal preocupación de algunos gobiernos es que no se haya invitado a los tres dictadores que gobiernan Cuba, Venezuela y Nicaragua. Esta polémica no es casual y debe ser analizada con realismo político y conciencia humana.
América es un continente de enormes oportunidades, pero profundas diferencias que deben ser abordadas y resueltas con sentido de urgencia. Sin embargo, en lo político, si bien creíamos haber encontrado un consenso vital en el valor de la democracia y en el respeto a los derechos humanos, la relativización de estos principios parece haberse acentuado en los últimos años. Así, algunos gobiernos sostienen que el valor de la democracia debe someterse a una torcida lógica diplomática que exige la inclusión y consideración en igualdad de condiciones de democracias y dictaduras con la excusa de “tenerlos a todos en la mesa”. Este debate estaba largamente superado por el propio sistema interamericano con la decidida contribución de Chile, como política de Estado.
El dejar de invitar a estos tres gobernantes no es un acto de exclusión, sino de consecuencia con nuestros compromisos asumidos en el plano internacional. La diplomacia tiene herramientas, bilaterales y multilaterales, para apoyar y buscar soluciones. Muchos esfuerzos se están haciendo para lograr destrabar estos nudos dictatoriales, pero siempre se llega a lo mismo: el total desprecio de los dictadores por el sistema internacional. Quienes hacen llamados y ponen condiciones al Presidente Biden, no han sido capaces de pedir a los dictadores que liberen presos políticos o devuelvan libertades mínimas a millones de ciudadanos que sufren persecuciones diariamente. El mínimo en este caso era pedir “señales” a ambas partes.
Ahora veamos el lado más urgente y complejo: el humano. Las crisis democráticas son verdaderas heridas, abiertas y sangrantes, en el presente de nuestro continente. Estas crisis políticas no son anónimas, por el contrario, tienen rostros, nombres y apellidos. Sus rostros los podemos encontrar en millones de hombres y mujeres que migran por el continente tratando de buscar oportunidades, trabajo, salud, educación y respeto, en una palabra: dignidad. También están los rostros de aquellas personas que han perdido la vida en este deambular por nuestros países producto del hambre o el frío. No podemos olvidar, tampoco, los rostros de los miles de presos políticos que son encarcelados y perseguidos por el sólo hecho de pensar distinto y exigir libertades personales.
En este contexto, y mientras nuestra Cancillería presenta como uno de los ejes centrales de su gestión la implementación de una política exterior feminista, no debemos olvidar que está la dimensión de género de esta crisis ejemplificada en todos esos rostros de mujeres, lideresas, abuelas, madres, esposas, parejas, hijas y nietas que son violentadas en las dictaduras del continente. El rostro de dolor, sufrimiento y angustia de cada una de ellas es también el rostro de estas crisis.
Chile puede jugar un rol clave en este sentido, especialmente por la crisis democrática que enfrenta Nicaragua, la cual ha sido condenada expresamente por el Presidente Gabriel Boric y la Canciller Antonia Urrejola. Somos co-presidentes, junto a Canadá, de un Grupo de Trabajo especial que surgió bajo el alero del Consejo Permanente de la OEA, donde podemos seguir articulando acciones para avanzar.
La celebración de la próxima Cumbre de las Américas es una oportunidad para proponer soluciones, generar mecanismos, construir acuerdos y actuar con realismo político, habilidad diplomática, conciencia humana y responsabilidad. La diplomacia más efectiva no es la de la amenaza, advertencia, excusa, o simple fraternidad ideológica. Es tiempo de ocupar estos espacios para alzar la voz por las y los verdaderos ausentes, aquellos que no pueden ir porque están presos, exiliados, perseguidos o, irreparablemente, muertos.
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