¿De dónde vino la violencia de octubre?

METRO


Por Sergio Muñoz Riveros, analista político

Joaquín Villalobos, salvadoreño, 69 años, fue uno de los comandantes del Frente Farabundo Martí, el movimiento guerrillero que participó en la guerra civil de su país desde fines de los 70 hasta 1992, cuando se firmó un acuerdo de paz en el que él fue uno de los negociadores. Rompió con su movimiento en 1995, se radicó en Gran Bretaña y se graduó en Oxford. Hoy, es analista internacional y experto en la resolución de conflictos. Acaba de publicar un ensayo en la revista mexicana Nexos sobre la influencia del castrismo en América Latina, en el que se refirió al octubre chileno. 

Dice Villalobos que las protestas de 2019 en Colombia, Ecuador y Chile tenían causas internas legítimas, y que la mayoría de las personas se movilizó pacíficamente, pero que la violencia estuvo a cargo de minorías movidas por factores externos. “El vandalismo -sostiene-, fue premeditado, organizado, artificial, movido por intereses externos y no encaja con la forma en que evoluciona una protesta de calle”.

La violencia en la calle, dice Villalobos, puede ser espontánea, básicamente reactiva ante los excesos policiales, u organizada, con una planificación de combate para enfrentar una represión letal. Sostiene que ni en Ecuador, ni en Colombia ni en Chile había en 2019 una represión del Estado que justificara la violencia. Esta no fue reactiva, sino organizada, premeditada y dirigida. Y sostiene: “No hay explicación política racional al nivel de vandalismo en Chile (…). Ni durante la insurrección contra Somoza en Managua ni cuando los guerrilleros salvadoreños combatimos durante quince días en la capital hubo un nivel de destrucción siquiera cercano a lo que ocurrió en Chile”.

Este análisis choca con la lectura de que la ofensiva de violencia, destrucción y pillaje que se desató el 18 de octubre fue un grito de justicia. Lo que hubo fueron grupos coordinados y sostenidos con abundantes recursos para causar el mayor daño posible, aterrorizar a la población y, en lo posible, provocar un quiebre institucional. Los manifestantes pacíficos fueron usados, en la práctica, como escudo por las fuerzas político-delictivas que efectuaron los ataques incendiarios al Metro, saquearon supermercados, arrasaron con Plaza Italia, atacaron comisarías y unidades militares, quemaron iglesias, destruyeron centros de salud, etc. ¿Quién duda de que el lumpen, las barras bravas y los soldados del narcotráfico aportaron mano de obra?

¿Hubo injerencia extranjera en octubre? Muchos venezolanos que viven en Chile están seguros de que Nicolás Maduro hizo pagar a Piñera por su viaje a Cúcuta, en la frontera de Colombia y Venezuela, para apoyar a Guaidó, en febrero de 2019. Es muy revelador, además, el entusiasmo con que han actuado desde octubre los amigos de Maduro en Chile para echarle leña al fuego.

Quienes han usado las libertades para hundir nuestra democracia no deben salirse con la suya.