Decisión de reemplazar a Unasur



El Presidente de la República formalizó el objetivo de reemplazar a la actual Unasur por otro organismo que sea referente en Sudamérica, "para una mejor coordinación, cooperación e integración regional, libre de ideologías, abierto a todos y 100% comprometido con la democracia". El mandatario justificó este cambio debido a que, a su juicio, Unasur lleva tres años paralizada, producto del fracaso derivado de su "exceso de ideologismo".

El reemplazo de esta institución es una materia que ya se venía tratando junto a los gobiernos de Colombia y Argentina, y para estos efectos debería materializarse una cumbre el mes próximo en Santiago, a la cual también asistiría el Presidente de Brasil.

Las declaraciones del Presidente Piñera han causado controversia en determinados sectores, que estiman un error desechar una institución como Unasur para a su vez reemplazarla por una eventual entidad de sensibilidad "conservadora", debilitando las bases de cooperación e integración regional. De concretarse esta iniciativa, sería algo muy inusual en la región, proclive a crear instituciones de dudosa utilidad pero que sin embargo se mantienen en el tiempo.

Unasur fue creada en 2008, pretendiendo impulsar un disperso conjunto de objetivos, como por ejemplo el fortalecimiento del diálogo político entre los estados miembros que asegure un espacio de concertación para reforzar la integración sudamericana; el desarrollo social y humano con equidad e inclusión, y la integración energética y el desarrollo de infraestructura para la interconexión de la región. Pese a que en 2010 adoptó un protocolo democrático, su incapacidad para hacer frente a la crisis venezolana y censurar la deriva autoritaria en que fue incurriendo el chavismo -por lejos la mayor crisis que ha experimentado la región en las últimas décadas-, terminó por tornar a este organismo en irrelevante -y peor aún, funcional al régimen de Maduro-, al punto que su secretaría general permanece vacante desde inicios de 2017.

Varios países, incluido Chile, ya habían congelado su participación en Unasur, por lo que promover su término no supone en realidad ninguna pérdida para la región, y en cambio abre una oportunidad para reforzar instituciones que sí constituyan un verdadero aporte. En ese sentido, parece equivocado buscar terminar con Unasur para inmediatamente poner otro organismo en su reemplazo, preliminarmente conocido como Prosur. No hay razones para suponer que si el primero no logró cristalizar, la nueva entidad logre objetivos radicalmente distintos.

La frondosidad de organismos existentes en la región ha probado ser ineficiente -además de onerosa-, y por ello parece del aconsejable que Chile aproveche su liderazgo para potenciar instancias regionales que ya existen, como es el caso del Grupo de Lima y la Alianza del Pacífico, que han demostrado ser admirablemente efectivas tanto desde el punto de vista político como de integración económica. El Grupo de Lima ha sido de hecho fundamental para debilitar por vías pacíficas al régimen de Maduro, y establecer nuevos estándares en protección a la democracia, mientras que la Alianza ha logrado fijar un rumbo en cuanto a las políticas económicas que más convienen a los países.

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