Déficit estratégico y de resultados

Gabinete


Por Marco Moreno, director Escuela de Gobierno y Comunicaciones UCEN

Lo que importa de un gobierno son sus resultados. Los resultados que a la gente ilusionan, a pesar de su frustración reiterada con la política y los políticos. Ciertamente, no se trata de metas fáciles.

Los resultados que anuncia y persigue un gobierno dependen de apuestas contra la incertidumbre y las oposiciones de otros actores. Los gobiernos apuestan a resultados con fundamento en algún tipo de cálculo tecnopolítico donde no controla el resultado, pero puede influir sobre él. Estos no dependen solo del gobernante y su equipo. También depende de otros actores del juego social y de las circunstancias.

Gobernar es señalar y escoger una dirección. También es la capacidad de seguirla, no obstante los obstáculos que aparezcan. En esa conducción cuentan tres variables: la dirección o norte escogido (proyecto de gobierno), la dificultad del camino (gobernabilidad) y la capacidad de conducción.

El gobierno perdió su proyecto político el 18-O. De ahí en más ha carecido de orientación estratégica, de una narrativa que le permitiera darle dirección a su gestión. Esto explica porqué se profundizo el déficit de confianza y cercanía entre gobierno y ciudadanos. Sin mayorías política ni social y careciendo de un proyecto de gobierno claro, la gestión quedó entregada a apuestas del azar y no estratégicas. El manejo político se volvió episódico y circunstancial, quedando a merced del soporte cálido que le ofreció la corte presidencial y la pulsión de las encuestas.

A su turno, la gobernabilidad -entendida como la capacidad del gobierno de realizar su proyecto en un entorno complejo- estuvo durante el año que termina marcada por una ciudadanía activada después del 18-O, con demandas en constante expansión acompañadas de movilización. El manejo de la crisis instaló durante unas semanas la discusión sobre el fin anticipado del mandato presidencial. Solo la irrupción de pandemia encapsuló la conversación sobre el Presidente y su continuidad en el cargo. La compleja gobernabilidad durante el 2020 se expresó también en la tensión entre La Moneda, el bloque opositor y la ciudadanía, por el manejo de la pandemia. Esta disputa derivará en un enfrentamiento en curso entre el Ejecutivo y el Congreso por las medidas de política pública para enfrentar la pospandemia. Frente al hiperpresidencialismo, el Congreso estaría respondiendo con un parlamentarismo de facto. Esta es una mala noticia para la gobernabilidad el 2021.

Tres ministros del Interior, interpelaciones, acusaciones constitucionales contra ministros y dificultades en la implementación de medidas para enfrentar la crisis sanitaria dan cuenta de los problemas en el equipo del gobernante. Las capacidades de acción no estuvieron claramente disponibles por parte de estos y del gobierno en su conjunto para enfrentar la crisis sanitaria, económica y política.

Resultados es por tanto la palabra que encumbra o hunde a un gobierno. Gobernar para cambiar las cosas es navegar contra la corriente. Más allá de cuales sean las dificultades de cálculo, el gobierno debe anunciar resultados y su gestión será evaluada por ellos. No hay otra forma de liderar y gobernar.

Los problemas en el manejo de las variables proyecto político, gobernabilidad y capacidad de gobierno sirven para explicar la posible conexión entre polarización y estancamiento de la vida política. También los resultados están correlacionados con éstas. Capacidades bajas y propósitos muy ambiciosos, producen una previsión pobre de resultados. Mientras mayor es la capacidad de previsión de resultados, mayor es la credibilidad del gobierno. Y en política, como lo demuestra este 2020, la credibilidad es casi todo.

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