Del “terremoto educativo” a una urgente reconstrucción
Por Alejandra Arratia, directora ejecutiva de Educación 2020
El Ministerio de Educación presentó los resultados del Diagnóstico Integral de Aprendizajes (DIA), realizado por la Agencia de la Calidad entre marzo y abril. La situación fue catalogada por la autoridad como un “terremoto educativo”, atribuido a las clases a distancia, y los medios de comunicación han hablado de datos “desastrosos” y “dramáticos”.
Frente a la alarma que han causado estos resultados, cabe profundizar en algunas reflexiones. Primero, es importante considerar que esta es una prueba nueva, no conocemos detalles técnicos, por lo que no es comparable con evaluaciones previas. Además, se observan ciertas interpretaciones que requieren más antecedentes: llama la atención, por ejemplo, que no se muestre un impacto significativamente distinto en contextos de mayor vulnerabilidad, lo que parece contradictorio con la evidencia respecto a cómo la pandemia no afecta a todos y todas por igual.
En segundo lugar, si suspendemos el juicio técnico sobre el instrumento y vemos lo central del mensaje, por cierto son resultados preocupantes, y que ratifican la opinión de distintos actores acerca del impacto de la pandemia en educación. Sin ir más lejos, en la encuesta #EstamosConectados, que hicimos desde Educación 2020, en alianza con Ipsos, el año pasado, el 44% de los y las estudiantes reportaron haber aprendido poco o nada durante la crisis sanitaria. Más que un terremoto, entonces, los resultados presentados vienen a ser una réplica más en una zona telúrica que lleva acumulando tensión desde hace mucho tiempo. Los resultados del Simce de 4° básico de 2018, si bien no son comparables, nos pueden ayudar a tener una visión de la situación de los aprendizajes previa a la pandemia. En base a los estándares de aprendizaje, se observó que un 55% del estudiantado no alcanzó el nivel adecuado en Lectura, porcentaje que llega a un 75% en Matemática. Los datos del DIA simplemente confirman algo que sabemos hace tiempo: nuestro sistema educativo es desigual, y las y los estudiantes no están desarrollando los aprendizajes que requieren para desenvolverse plenamente en el mundo actual.
Es fundamental tomar esta situación con perspectiva, en ningún caso para -volviendo a la analogía sísmica- normalizar esta nueva réplica, sino que para proyectar adecuadamente aquello en que debemos poner todas nuestras energías: la reconstrucción. Y es que, si creemos que lo necesario es volver exactamente a lo mismo que teníamos antes, seguiremos teniendo los mismos resultados que hemos tenido hasta ahora, réplica tras réplica.
Sabemos que el Ejecutivo ha abordado estos datos reforzando la necesidad de la vuelta presencial a clases, cuya última advertencia ha sido instalar una “obligatoriedad” a costa de la subvención escolar, una propuesta errónea que por cierto no va en la línea de generar más confianzas y apoyos para las comunidades educativas. En lo que queda de gobierno, y por supuesto en el que venga, el foco de la cartera en Educación debería ser la reconstrucción, pero no con los mismos cimientos y planos, ni en el mismo terreno. Necesitamos un proceso de reconstrucción que implique repensar el sistema educativo, avanzando a una experiencia formativa más integral, que promueva aprendizajes profundos y significativos, en vínculo con los territorios y donde prime la colaboración, no la competencia. No olvidemos que nuestro país es un país sísmico. Aprendamos, entonces, y reconstruyamos con perspectiva de largo plazo.