¿Derecha histórica o derecha populista?
La crítica -compartida- a la relación entre dinero y política, es un problema que se debe atacar con medidas precisas y no con arengas moralizantes.
En las últimas semanas ha resurgido un interesante debate sobre la identidad de la derecha en Chile. Al respecto, hay una posición que tiende a subestimar el liberalismo, planteando que se trataría de un fenómeno reciente, y que se apartaría de los ideales de la “derecha histórica”. Las principales características que se le atribuyen, son el economicismo, la falta de política y la miopía para comprender las demandas ciudadanas. Así, han sugerido que, para enmendar dichos errores, la coalición debiese reorganizar su ideología en torno al “nacionalismo popular”, encarnado -supuestamente- en figuras de ciertos dirigentes de Chile Vamos.
Desde la vertiente liberal, valoramos la diversidad de la derecha. Sin embargo, esto no quita que observemos con recelo la presencia, en aumento, de posturas corporitivistas y populistas. En efecto, últimamente hemos visto el despliegue de discursos que abusan del concepto de “pueblo”, dándole una consideración “divina”, representando a los dirigentes políticos como “médiums” entre la “voluntad popular” y el Estado. Además, preocupa la invocación de lógicas basadas en la falsa oposición entre los “anhelos populares” y los “intereses de la élite”, “el empresariado”, e incluso “las instituciones”. Esto evidencia un discurso populista que busca oponer a gobernantes con la ciudadanía, como si los primeros fuesen esencialmente corruptos y la segunda eminentemente virtuosa.
La crítica -compartida- a la relación entre dinero y política, es un problema que se debe atacar con medidas precisas y no con arengas moralizantes. No basta con enarbolar los defectos del sistema, sino que es imperativo mejorarlos responsablemente con base en la evidencia. Por el contrario, a lo que parece apuntar aquella derecha populista, es a la construcción de un discurso que se alimenta de la desconfianza hacia los empresarios, las AFP, y al sistema económico e institucionalidad política en general.
Si las alternativas son una derecha organicista y populista, o un liberalismo pluralista e integral, no dudo en pronunciarme a favor del segundo. No ha sido sino la existencia de un liberalismo mínimo en la derecha el que ha permitido unir a este sector, pese a poseer diversas miradas. Además, ha permitido una mayor gobernabilidad, al tender con la izquierda socialdemócrata -tal y como ocurrió durante los veinte años de la Concertación-.
En cambio, aquellos representantes o tendencias que carecen carácter para defender las convicciones propias, lo único que han hecho es dificultar la labor de enfrentar los desafíos que tenemos. Lo mismo puede decirse cuando se disocian de la ciencia y la debida responsabilidad, llegando incluso a incumplir acuerdos políticos. En vez del privilegio de proyectos personales carentes de perspectiva de futuro, el país necesita de un liberalismo democrático, capáz de remediar las injusticias que aún persisten. Sólo de esta manera es posible avanzar hacia un Chile más libre y con mejores oportunidades para todos, situándonos nuevamente en la senda de la moderación y de las buenas políticas públicas.