Desafíos postpandemia: crear una nueva cultura escolar

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Por Macarena Yancovic, directora Pedagogía en Educación Básica, Universidad Finis Terrae

No es novedad que, desde hace años, en nuestro país se viene hablando de las brechas existentes en los desempeños de los y las estudiantes, que se hacen evidentes en los establecimientos de distintas dependencias administrativas.

Un ejemplo de esto son los resultados del Simce 2018, el último rendido de manera regular previo al estallido social y la pandemia. Esos resultados muestran, por una parte, que no había una mejora en los aprendizajes (desde 2013, el promedio en Lectura se mantiene en 250 puntos) y, por otra, la consolidación de la brecha socioeconómica. Una muestra de esto último es la diferencia de 102 puntos en la prueba de matemáticas de 2° medio entre los estudiantes más ricos y pobres.

Desde el último trimestre de 2019, el panorama empeoró. El contexto que el país comenzó a vivir causó mayores estragos en la educación, enfrentándose a un profundo y drástico cambio que afectó a la comunidad escolar: las aulas pasaron de ser espacios físicos a espacios virtuales; los recursos pasaron de ser materiales a digitales; la tecnología fue un nuevo factor divisor y excluyente, porque accedieron a clases quien tenían conexión a Internet y un equipo para cada menor de la familia; los procesos de enseñanza aprendizaje se modificaron drásticamente, exigiendo a los y las docentes enfrentarse a un drástico cambio, a una nueva cultura escolar.

Este 2021 develó los estragos educativos del primer año de pandemia. El Diagnóstico Integral de Aprendizajes evidenció que los y las estudiantes no alcanzaron el 60% de los aprendizajes necesarios de ese año, lo cual fue denominado como “terremoto educacional” por parte del Ministro de Educación. Además, evidenció un alto nivel de agotamiento emocional en los docentes, quienes han debido adaptarse a nuevas demandas laborales que se han traducido en modificar abruptamente sus prácticas y rutinas para atender de la mejor manera el proceso de enseñanza-aprendizaje de sus estudiantes.

Frente a esto, urge comenzar a trazar un camino que no solo fortalezca y permita desarrollar de manera óptima aquellas competencias y aprendizajes necesarios que se han visto afectados, sino que se debe empezar a trabajar en una nueva escuela, en una nueva cultura postpandémica, que podría ser una oportunidad para mejorar no solo estos estragos educativos, sino que cambie de raíz un sistema que por años se ha mantenido enquistado para poder así promover el óptimo desarrollo y desempeño de nuestros estudiantes.

Es imperativo trabajar con más fuerza aún por la equidad, para que todos los niños tengan acceso a una educación de calidad, independiente de la dependencia administrativa del establecimiento al que asisten.

También es fundamental poner foco en el profesorado, entregando espacios de actualización y propiciando las condiciones laborales necesarias para el óptimo desempeño de su labor.

Debemos seguir fortaleciendo la formación inicial docente, desarrollando en quienes ejercerán y formarán en un futuro cercano las competencias necesarias para enfrentarse a estos nuevos desafíos. Estos son algunos aspectos (de muchos) que debemos comenzar a debatir y trabajar con urgencia para comenzar a construir desde ya esta nueva cultura escolar.

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