Designaciones en Tribunal Constitucional

Es irresponsable que en casi dos años el Congreso no haya logrado llenar dos vacantes del TC, algo que debe ser subsanado perentoriamente.



Ciertamente es una situación muy anómala que dos vacantes del Tribunal Constitucional (TC) hayan permanecido sin sus titulares por espacio de casi dos años, designaciones que en este caso corresponden por mandato constitucional a la Cámara de Diputados. La situación se torna especialmente compleja porque en enero cumplen su mandato otros dos ministros titulares, cuya designación en este caso depende del Senado. De llegar a producirse la situación de que el TC no cuente con cuatro de sus miembros titulares, entonces dejaría a dicho tribunal sin el quorum mínimo para sesionar, lo que claramente implicaría una grave e inédita situación, con implicancias muy complejas.

Los dos cupos que corresponden a la Cámara -y que deben ser ratificados por los dos tercios del Senado- no se han podido llenar producto de los desacuerdos que han surgido entre diputados y senadores, incluso de un mismo partido -en este caso de Renovación Nacional-, lo que se ha traducido en dos intentos fallidos. Se trata ciertamente de algo bochornoso, pero que durante mucho tiempo no se le tomó el peso, naturalizando el hecho de que una institución pueda estar tanto tiempo funcionando con subrogancias, aparentemente sin implicancias.

Uno de los errores cometidos en estos dos intentos fallidos fue el poco cuidado en la designación de determinados candidatos, en particular por su falta de experiencia en materias constitucionales, quedando la impresión de que se estaban privilegiando consideraciones puramente políticas o el pago de favores antes que los méritos académicos. El hecho de que las nominaciones de la Cámara y el Senado se hagan en votación única, obligando a llevar una dupla, complejiza aún más la situación, porque basta que uno de los nombres sea cuestionado para que el otro también se caiga, lo que en algunos casos ha llevado a perder juristas reconocidos.

Cabe tener presente que desde hace tiempo varias de las designaciones en el TC -tanto las que corresponde al Congreso como al Presidente de la República- vienen siendo cuestionadas justamente porque el criterio rector pareciera ser la afinidad política o el hecho de que cada bloque político busca asegurarse votos que en el tribunal les sean favorables. Esto lamentablemente ha afectado la imagen del TC, que ante la ciudadanía aparece como una entidad demasiado cuoteada, desvalorizando el rol fundamental que dicho tribunal juega en nuestra institucionalidad.

Es indispensable que el Congreso actúe con la responsabilidad del caso, y las vacantes queden resueltas prontamente, y con nombres de incuestionable peso. Esta vez se ha notado un cambio que vale la pena resaltar, porque sin perjuicio de que en las negociaciones se ha buscado mantener los equilibrios políticos, tanto en la Cámara como en el Senado los nombres que se ventilan como posibles candidatos son en general juristas de reconocida trayectoria, lo que obviamente facilita el proceso y va en beneficio de la institución. Es de esperar que las lecciones se hayan internalizado, y se tome conciencia sobre el cuidado que debe existir sobre las instituciones.

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