Desigualdades y recuperación económica
Por Claudia Mojica, representante residente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo en Chile
A un año del inicio de la crisis sanitaria, además de lamentar las pérdidas humanas, el país ha debido enfrentar una contracción económica, alteraciones mayores en el sistema educacional, más una serie de impactos negativos en el bienestar de la población. La situación mundial producida por la pandemia es una crisis de desarrollo humano, a la cual el Secretario General de las Naciones Unidas se ha referido como “una crisis humana sin precedentes”.
Mientras la ejemplar campaña de vacunación masiva actualmente en curso en Chile permite comenzar a vislumbrar el fin de la crisis sanitaria, los pronósticos indican que se requerirá esfuerzos y precauciones adicionales, probablemente a lo largo de todo el año 2021.
En tiempos de crisis, es especialmente importante tener datos confiables y oportunos que informen la toma de decisiones. A poco de iniciados los contagios en Chile, el Ministerio de Desarrollo Social y Familia, el Instituto Nacional de Estadísticas y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo formalizamos una alianza para elaborar una serie de encuestas representativas que permitiera dimensionar y dar seguimiento al impacto que la pandemia está teniendo en los hogares del país. La primera ola de esta Encuesta Social COVID-19 fue aplicada en julio del año pasado, recién superado el peor momento de la crisis sanitaria; la segunda fue levantada entre noviembre y diciembre.
¿Qué dicen los datos? Primero, que la pandemia impactó a los hogares de manera transversal. Hogares de todos los niveles socioeconómicos perdieron, en promedio, una fracción relevante de sus ingresos; hombres y mujeres perdieron empleos en la misma proporción. Sin embargo, los primeros datos también sugerían que las desigualdades preexistentes en el país impactarían la velocidad de la recuperación de algunos grupos de población: hogares de menores ingresos, aquellos con jefatura mujer o con presencia de niños, niñas y adolescentes, acumulaban más impactos negativos y habían echado mano a más estrategias para sobrellevarlos, generando un lastre que sería difícil de revertir. Las mujeres, por su parte, están retornando al mercado laboral a tasas menores que los hombres.
Datos en la segunda ola de diciembre 2020 muestran que, comparado con la situación previa a la pandemia, los hogares del país estaban a medio camino de recuperarse en términos de acceso al empleo y nivel de ingresos. Confirmaban que las desigualdades estructurales del país impactan el ritmo al cual distintos hogares pueden recuperarse: casi un 48% de los hogares del primer quintil de ingresos declaraba que los ingresos no les alcanzaban, versus 16% de los hogares del 20% de mayores ingresos, y que hogares liderados por mujeres tenían menor porcentaje de personas ocupadas. Estas desigualdades se repiten al estudiar, por ejemplo, los aumentos en el nivel de deudas y los problemas para pagarlas. Los hogares más vulnerables se están quedando rezagados, y todo indica que para ellos la recuperación será más larga y difícil. Es tarea de la política pública ir en su ayuda, para que, una vez superada la crisis, nadie se quede atrás.
Es nuestra convicción que las acciones y políticas que emanen de esta coyuntura deben ser concebidas con la perspectiva de reconstruir mejor, avanzando hacia un país más igualitario. En las próximas semanas conoceremos datos adicionales respecto a cómo evoluciona el impacto de la pandemia sobre la educación de niños, niñas y adolescentes, salud física y mental e inseguridad alimentaria. Esperamos que esta evidencia contribuya a seguir generando soluciones y actualizar respuestas con un foco en las personas y su bienestar.