Destrucción innecesaria
En 1942, el economista austríaco Joseph Schumpeter acuñó el término “destrucción creativa” para describir cuando un proceso de innovación implica el desaparecimiento de productos o empresas. Schumpeter señaló que ésta es “la característica más esencial del capitalismo” y muchos han usado este argumento para defender la baja y nula protección de los empleos, argumentando que aumentan los costos del cierre de actividades innecesarias. Esto, a pesar que la evidencia en realidad no acompaña. García-Macia, Hsieh y Klenow (2016) encuentran que en Estados Unidos, en los últimos 40 años, ésta fue responsable de menos del 20% del crecimiento.
El shock económico que se deriva de la pandemia del coronavirus nos puede enseñar lo deficitario de dicho enfoque. Por una parte, la pandemia hará que efectivamente muchas actividades sean destruidas producto de una baja sustantiva de la demanda (vuelos, restaurantes, bienes durables, turismo, entre otras). Sin embargo, estas actividades no son destruidas por un proceso de innovación. Es más, a pesar de la incertidumbre, es razonable pensar que las múltiples vacunas que se están probando estarán disponibles en algún momento antes de un año. ¿Tiene sentido entonces dejar que estas actividades sean destruidas? En mi opinión, no. De hecho, habrá varios inversionistas extranjeros expectantes para rescatarlas y una vez que termine la crisis aprovecharlas. Por lo mismo, varios países de la UE han optado por limitar la entrada de capitales extranjeros y utilizar a los estados para capitalizar empresas estratégicas (más allá de ser garante de créditos). Por supuesto que no a cambio de nada, sino con mecanismos de nacionalización parcial, además de abrir la posibilidad de cambios importantes en dichas empresas, como paridad en sus directorios.
Adicionalmente, destruir estas actividades económicas implica un aumento gigantesco del desempleo. No producto del éxito de otros mercados, sino que transitoriamente no hay mercado. No se trata solo de rescatar empresas, sino de proteger familias. Un 30% del empleo en Chile es informal. Estas no son parte de las empresas estratégicas, sin embargo, si estos hogares no tienen ingresos no pueden generar demanda de bienes, aumentando la probabilidad de destrucción de empresas. Por lo mismo, se ha propuesto una “renta básica de emergencia” que sustituya parte de los ingresos laborales de trabajadores informales y de personas que realizan labores de cuidado no remunerado. Por lo mismo, algunos países ya lo están usando.
La destrucción creativa en Chile ha estado sobrevalorada y este es el momento de balancearla para no generar una destrucción innecesaria. Como dijo un alto representante de la UE, “ahora el Estado debe ser el empleador, consumidor, propietario y asegurador de última instancia”.
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