Dibujando el nuevo Chile

cañaveral


Por Luis Larraín, presidente del Consejo Asesor de Libertad y Desarrollo

Mientras los chilenos disfrutan sus vacaciones, dos grupos trabajan contra el tiempo con un objetivo similar: diseñar un nuevo Chile. Ellos son la Convención Constitucional (su mayoría) y el equipo de Gabriel Boric. No es una tarea fácil la que se proponen; las sociedades se van estructurando a partir de la evolución en el tiempo de muchas instituciones, ideas y anhelos de las personas. Partir de una hoja en blanco y diseñar entre cuatro paredes un nuevo país, sin fracasar, es una tarea casi imposible como lo demuestran intentos similares.

Voluntad sin embargo no falta. La Convención avanza aprobando en comisiones normas que afectan todos los poderes: eliminan el Senado y reducen los quórums especiales, limitan los períodos de los jueces e instauran justicia independiente para distintas identidades, crean entes estatales para vigilar los contenidos de los medios de comunicación; y plantean, entre otras cosas, expropiar las empresas mineras (será gradual, iremos primero por La Escondida ha dicho Ivanna Olivares de la comisión de medio ambiente) y caducar todos los derechos de agua concedidos desde 1981, derogar las normas del Código de Aguas modificadas recién tras 10 años de tramitación. Imaginar nada más el efecto sobre el sector productivo (proyectos mineros por 69.000 millones de dólares en los próximos diez años, derechos de agua de más de 150.000 agricultores caducados). Es cierto que el pleno de la Convención no ha aprobado estas normas, pero si la mayoría de los convencionales piensa así, será difícil llegar a soluciones muy distintas. Los convencionales razonables (una minoría) tienen una tarea titánica. Relevar estos temas a la opinión pública, y sus consecuencias, es vital para lograr apoyo en la población que modere estas propuestas insensatas o derechamente lleve a su rechazo.

El nuevo gobierno, más allá de la presencia aislada de socialistas e independientes muy destacada por la prensa, tiene, en una mirada más estratégica, hegemonía clara de dos fuerzas: el PC y el núcleo del Frente Amplio controlado férreamente por Boric y Giorgio Jackson a través de Convergencia Social y Revolución Democrática. El PC ha añadido a su tradicional presencia en sectores como Educación y Justicia, participación relevante en las carteras de Economía, Telecomunicaciones y Energía. Por primera vez desde la Unidad Popular se dibuja un proyecto para transformar al Estado en un actor primordial en áreas productivas en los próximos cuatro años. Agreguemos una mirada crítica al TPP11 y otros tratados. Será el Congreso, si la Convención no dice otra cosa, el que tendrá la tarea de evitar que Chile se transforme en un país socialista.

El gobierno de Gabriel Boric y la Convención Constitucional no vienen a hacer lo mismo que se hizo en los últimos treinta años. Quien no entienda eso en la oposición está muy perdido.

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