Dilema de la última cama o búsqueda del bien común
Por Verónica Anguita, comité de ética de la Universidad Alberto Hurtado
En varias noticias se ve la referencia al “dilema de la última cama”. En rigor, este dilema no existe, o bien, si existe, ha existido siempre. La situación actual de pandemia a nivel mundial (Declaración OMS, 11 de marzo 2020) deja en evidencia la imperiosa necesidad de actuar correctamente. Se busca hacer lo mejor posible en el escenario actual. Nadie está llamado a lo imposible, es decir, nadie puede asegurar que no morirán personas. Lo que sí se debe asegurar es que esas muertes hayan sido evitables de acuerdo con una cierta realidad. Es decir, hay una pandemia inducida por el virus Sars Cov 2 que provoca la enfermedad Covid-19, que obliga a optimizar los recursos que hay, de manera equitativa, buscando salvar al mayor número de personas posible.
La ética médica se mueve en relación con la búsqueda del mayor bien para las personas de manera individual, esto es, intentar hacer lo mejor respetando la autonomía de los sujetos. Sin embargo, en un escenario como el actual, donde la escasez es la medida de las cosas, debe ser el bien común, el horizonte del actuar médico. Ya no la búsqueda del beneficio individual, sino el logro del bien común de la sociedad. Adicionalmente, cuando se habla de escasez se piensa solo en la cama o en los ventiladores, sin embargo, necesariamente hay que hacer referencia a los elementos de protección personal, a los profesionales de la salud, a los respiradores.
Ahora bien, en la dinámica del día a día de la labor clínica podrá ser el dilema de la última cama, pero no es en sí un dilema, sino un problema con muchísimas aristas que se deben considerar. Por ello, se ha recomendado la conformación de comités de triage que no son comités de ética, porque las decisiones en esta etapa son de orden técnico.
¿Quién se beneficiará más con un determinado equipamiento? Aquí no es importante quién ha llegado primero, no es importante si tiene recursos propios para financiarlo, no es relevante en qué lugar se encuentra y si hay disponibilidad ahí (porque el gobierno tiene el control de las camas a nivel país). La preocupación en estos momentos gira en torno a la pregunta acerca de si al otorgar esta prioridad a este paciente se está priorizando la mejor utilización de un dispositivo que necesitan otros por el bien de todos.
Ahora bien, la decisión de atender a los pacientes que llegan a las unidades de salud se basa en varios criterios técnicos. Una vez ingresado, también debe haber una evaluación y reevaluación de acuerdo con más criterios técnicos. Estos criterios están previamente definidos de acuerdo con múltiples estudios y experiencias. ¿Cuál es el mejor candidato a una determinada técnica? El criterio será, pues, el que se beneficie más con ella. El que viva y el que viva más.
Algunos se preguntarán, y la ética, ¿cuándo? El momento de la ética es cuando es posible pensar y proponer de acuerdo con varios otros criterios. ¿Qué valores tenía el paciente, qué pensaba acerca de su vida, de su familia? ¿Alguna vez manifestó algo relacionado con el final de su vida? Si pudiera decidir, ¿qué habría hecho? ¿Qué sería lo mejor para el/ella? ¿Qué opinión tiene su familia? ¿Hay disponibilidad para probar?
Esta última pregunta es esencial, ¿existe la posibilidad de dar una oportunidad? Si la respuesta es negativa, entonces hay que actuar con quienes presentan mayor certeza de recuperación. Si en adelante hay espacio, entonces se puede probar. Ahora no es el momento de los ensayos, es la instancia de la máxima seguridad posible.
Entendiendo que la incerteza es el telón de fondo de toda esta situación, se debe buscar la mayor confianza posible, precisamente porque no se sabe bien si el paciente se recuperará o no, y en el camino pueden haber quedado varios sobre los que existía mayor claridad de su mejoría y por ello del mejor aprovechamiento de los dispositivos clínicos que había para todos.
El ingreso a un recurso vital se debe reevaluar. Un paciente puede haber tenido la mejor de las expectativas, pero en el camino las cosas pueden no haber marchado bien. En esos escenarios nuevamente la experiencia clínica es la que prima en estos momentos. ¿Hay espacio, tiempo, recursos para probar? Si no los hay, es complejo decirlo, pero hay que darle el cupo a otro. Si bien la decisión es técnica, la ética también nos convoca.
¿Qué debo hacer? ¿Cuál es el bien? ¿Para quién? Si por un momento fuéramos capaces de mirar más allá de nuestro propio bien, más allá de nuestra vida y de nuestro entorno, tal vez no existiría el “dilema de la última cama”, sino que el problema sería ¿cuál paciente y por qué? Optimizando la atención. Situando la discusión no en el recurso, sino en buscar el mayor bien para el mayor número aquí y ahora.
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