Discriminación en tiempos de pandemia
Por Roberto González y Siugmin Lay, Pontificia Universidad Católica de Chile, Mide UC – COES - CIIR
La pandemia ha generado estragos en la salud de las personas e impactado fuertemente nuestra vida cotidiana, afectando el sistema educacional, la economía, el trabajo, la convivencia social y por cierto nuestra salud mental. En efecto, en días recientes hemos sido testigos de actos lamentables y explícitos de discriminación hacia diversos grupos en la sociedad chilena. Así, se ha maltratado, y en algunos casos atacado directamente, al personal y funcionarios que trabajan en el sistema de salud, a personas que han dado positivo para el coronavirus y, recientemente, a personas que pertenecen a comunidades extranjeras que viven en el país.
Es importante indicar que, si bien estos actos de discriminación y/o de agresión son poco comunes, ellos se difunden ampliamente por redes sociales y medios de comunicación, haciéndolos muy visibles. El impacto negativo que ellos producen, especialmente en quienes lo experimentan, es muy alto, por eso es necesario comprender por qué ocurren y cómo prevenirlos.
En efecto, la crisis sanitaria nos ha sumido en una sensación generalizada de temor, de gran incertidumbre y a ratos de rabia vinculada a la situación de frustración y de encierro que hemos vivido durante esta crisis, todas ellas emociones que juegan un rol muy importante para explicar estos fenómenos sociales. Por un lado, tenemos la amenaza del coronavirus, que puede hacer que nuestros cercanos y nosotros mismos podamos enfermar e incluso morir. Tememos el colapso de nuestro sistema de salud. A ello se suma la dificultad para adaptarnos a nuevas formas de vida, que en lo sustancial limitan nuestra interacción social con nuestros seres queridos. En un contexto que genera tanta ansiedad y temor como el actual, se vuelve una necesidad imperiosa la búsqueda de sentido para darle algún tipo de orden y estructura a nuestro quehacer. Sin embargo, gran parte de nuestros recursos cognitivos, aquellos que normalmente nos permiten pensar reflexivamente antes de actuar, son enfocados prioritariamente a la tarea de adaptarnos de la mejor manera a una situación cambiante e inédita. En este contexto escenario de alta ansiedad y temor y en la que nuestra capacidad reflexiva se ve menoscabada por la contingencia, es comprensible que algunas personas actúen su miedo y su rabia sin mediar reflexión alguna. Así buscan un objeto tangible y visible a quién atribuirle esta sensación de amenaza y piensan que esos grupos son los amenazantes, perdiendo de perspectiva que es el virus el verdadero problema.
Bajo esa lógica, algunas personas han llegado a pensar que los funcionarios de la salud no deben utilizar los ascensores de los edificios donde viven, ya que pueden contagiar a otros, olvidando por completo que dichos profesionales conocen mejor que nadie las medidas sanitarias para evitar el contagio y que día a día están trabajando al servicio de toda la comunidad, incluidas las personas que los discriminan. También algunas personas agreden a quienes están contagiados, sin darse cuenta que todos potencialmente podemos contagiarnos de este virus, y que su diagnóstico es solo temporal. Finalmente, hemos sido testigos que algunos rechazan irracionalmente a grupos extranjeros, atribuyéndoles cualidades negativas y asumiendo que su contagio se relaciona con la nacionalidad u origen étnico, ignorando por completo que el virus ha afectado hasta ahora a más de cuatro millones de personas en 212 países y territorios del mundo.
Es necesario que ante estos eventos de discriminación establezcamos un claro mensaje: El prejuicio y la discriminación en tiempos de crisis pueden ser comprensibles, pero nunca justificables. Reconociendo que estas situaciones de discriminación y agresión en tiempos de pandemia son casos aislados, cuando estas emerjan debiéramos estar alerta y abiertos a discutirlas en nuestros contextos familiares, laborales y en redes sociales. Esta reflexión permitirá aumentar la consciencia de las causas que las provocan, las emociones con las que se asocian y los pensamientos irracionales en que se basan. Son injustificables, porque erosionan nuestra convivencia y cohesión social, dañan a quienes son víctimas y en casos más extremos justifican otras conductas violentas. Debemos dejar en claro transversalmente que, como sociedad, la discriminación no puede tener cabida en un país que aspira mayoritariamente a ser justo y equitativo, sin distinción de clase, profesión u oficio, estado de salud, nacionalidad ni origen étnico, entre otros. Esta pandemia, solo será sobrellevada de manera adecuada cuando entendamos que es un problema que nos aqueja a todas y todos y requiere del esfuerzo de la sociedad en su conjunto para superarla.
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